La ciudad junto al río eterno

AutorCharles Dickens

Si hiciera falta una justificación para insistir en Charles Dickens ahora que se cumplen doscientos años de su nacimiento, bastaría repetir con Joseph Brodsky: "Quien lo haya leído lo pensará dos veces antes de disparar una pistola".

Tal vez no sea una ilusión ridicula y sentimental suponer que si hubiera más lectores de Dickens no existiría aquí la aterradora crueldad que hoy acompaña a las ejecuciones y los secuestros. También sería mucho más difícil encontrar personas dispuestas a ejercer el oficio de torturadores y asesinos a sueldo.

Los subsuelos del progreso

Dickens es el novelista de la compasión. Su gran arte consiste en ponernos dentro de la piel del otro.

Gracias a la magia vertiginosa de su relato podemos tener la experiencia de lo que significó vivir en la Inglaterra victoriana. Las reformas que provocó con sus novelas hicieron que dejaran de funcionar torturas socialmente aceptadas como la esclavitud de las niñas de siete años que, a cambio de un salario miserable, durante 16 horas diarias tiraban de las vagonetas en las minas. Por salir más económicas que las bestias de carga, pasaban sus días en esta labor extenuante bajo la oscuridad y una temperatura intolerable y ultrajadas por los mineros. Sabemos que, por desgracia, las reformas de Dickens no han llegado a los países del Tercer Mundo en donde la explotación infantil, al servicio de las transnacionales, es materia de todos los días.

Desde que publicó a los 24 años Los papeles privados del Club Pickwick la popularidad de Dickens no dejó de aumentar. Perdura en nuestro mundo tan distinto y tan semejante al suyo. Se calcula que en Estados Unidos se venden al año un millón de ejemplares de sus libros.

Aunque usted no lo lea, no escapará a su influjo. Por ejemplo, a él se debe en gran medida al concepto de la Navidad como celebración, más bien ilusoria, de la paz y la armonía familiares. Lo que Dickens no previo fue el aprovechamiento mercantil que nos impone la obligación de consumir y regalar. Únele Scrooge, el odioso personaje de su Cuento de Navidad, sobrevive como él mismo y como el tío Rico MacPato. Dickens ha sido víctima predilecta de la brutal expropiación que ha hecho Walt Disney con los tesoros de la narrativa universal.

Si en un momento dado diez teatros londinenses representaban simultáneamente distintas adaptaciones de su novela en curso de publicación por entregas, hoy todos los medios, en especial aquellos que Dickens no pudo imaginar, siguen multiplicando al...

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