Ciudad de las Mujeres agoniza bajo el estigma de Rosario Robles

AutorNeldy San Martín

En un conjunto de edificios gubernamentales, entre caminos de terracería a la entrada de Tlapa de Comonfort, se encuentra la Ciudad de las Mujeres, donde un grupo de trabajadoras da atención integral a las habitantes más pobres de la región más pobre de Guerrero.

Pero el lugar está en el limbo y las trabajadoras no han recibido sus salarios hace meses, presumiblemente porque la Ciudad de las Mujeres tiene un estigma: fue creada por Rosario Robles.

Ubicada en una zona de riesgo para las mujeres -en 2017 se decretó la alerta de género en el municipio de Tlapa-, el centro no ha recibido recursos federales desde que comenzó el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y está en peligro de desaparecer, pese a que atiende mensualmente a entre mil 500 y 2 mil mujeres, en su mayoría indígenas.

La Ciudad de las Mujeres se compone de siete edificios, en cada uno de ellos las usuarias encuentran gratuitamente diferentes servicios: educación en salud sexual, reproductiva y preventiva para reducir la mortalidad materna y el embarazo adolescente; educación básica y media superior; acompañamiento legal y atención psicológica en caso de ser víctimas de violencia; y clases de computación y cursos de enfermería y estilismo, para que desarrollen su autonomía económica.

Ahí dan atención, asesoría y acompañamiento a mujeres como María Aceves, quien ha sido extorsionada y amenazada de muerte por su hermano; a Ofelia Barrera y a su hija, que sufrieron violencia intrafamiliar; a Dominga Juárez, con su divorcio, y a María Albino, quien lucha por la pensión alimenticia de sus cinco hijos.

Las imágenes de Simone de Beauvoir, la sufragista Elvia Carrillo Puerto, la poeta Sor Juana Inés de la Cruz, la activista Malala Yousafzai y la premio nobel Wangari Ma-athai, así como la frase "Todos los días son 8 de marzo", adornan el salón de usos múltiples del edificio donde se imparte el módulo de atención a mujeres jóvenes.

En uno de los salones, Carolina de Jesús Castañeda, de 30 años, casada y con dos hijos, cuenta que hace unos meses terminó la preparatoria abierta en la Ciudad de las Mujeres. Su esposo no estaba de acuerdo en que estudiara, porque temía que descuidara la casa y a sus hijos, pero las trabajadoras la asesoraron sobre sus derechos, el trabajo en equipo y las responsabilidades compartidas en el hogar. Ella lo convenció.

"Aquí me animaron a meterme a la pre-pa, me han ayudado a sentirme una persona, porque yo prácticamente me dedicaba a la casa, no hacía nada. Aquí también lo que me han enseñado es a hacer aretes, collares, pulseras y gracias a eso he ayudado con dinero en mi casa", dice la joven de tez morena y ojos grandes.

"Si no fuera por eso seguiría en la casa, lavando ropa, sintiendo que el hombre es más", asegura Carolina, quien ahora tiene el sueño de estudiar una carrera.

"No...

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