Clasismo, homofobia y racismo en la intelectualidad mexicana

AutorOswaldo Zavala

Alvarado renunció a su cargo como director de TV UNAM el 1 de septiembre, dos días después de publicar la columna No me gusta Juanga (lo que le uiene guango). En ese texto que apareció el 30 de agosto en el periódico Milenio, Alvarado negó la calidad artística de Juan Gabriel, pero su desdén, matiza, no lo conduce "a la ceguera cultural ni a la insensibilidad sociológica". Luego concluye: "Mi rechazo al trabajo de Juan Gabriel es, pues, clasista: me irritan sus lentejuelas no por jotas sino por nacas, su histeria no por melodramática sino por elemental, su sintaxis no por poco literaria sino por iletrada".

No hay razón para dudar de la sinceridad de Alvarado. Por el contrario, lo que extraña es la naturalidad con la que admite los parámetros con los que descalificó un objeto cultural que dice desconocer (explica que en su casa sólo hay dos CD de Juan Gabriel, propiedad de su esposa). El regodeo en su ignorancia evidencia una pobreza intelectual que por sí sola basta para probar su incompetencia para dirigir un espacio cultural público como TV UNAM. Pero al enunciar sus prejuicios, Al-varado mostró el síntoma de un problema mayor: la abismal diferencia de clases en México, resultado en parte de la sistémica discriminación ejercida desde espacios culturales y educativos que inferiorizan expresiones artísticas "iletradas". Creo innecesario insistir en los méritos artísticos de Juan Gabriel después de la puntual respuesta que el músico Yuri Vargas publicó en la revista electrónica Círculo de poesía o la columna del periodista juarense Jorge Humberto Chávez Ramírez en el Dallas Mor-ning News que explicó cómo Juan Gabriel "redefinió la música moderna mexicana desde el pop hasta el mariachi tradicional". Lo que me interesa aquí es señalar que los comentarios de Alvarado son producto de un clasismo consecuente con un habitus cultural que legitima a una clase intelectual en la cual exabruptos como el de Alvarado no sólo son tolerados sino que son constitutivos de la clase misma.

Como enseña el sociólogo francés Pierre Bourdieu en su ensayo La distinción, "nada afirma con mayor claridad la 'clase' de una persona, nada clasifica más infaliblemente que los gustos en música". La negación de lo que es supuestamente vulgar no es sino el ejercicio de un privilegio de clase que se permite designar la distinción entre alta y baja cultura. "Es por eso -escribe Bourdieu-que el arte y el consumo cultural están predispuestos, consciente y deliberadamente o no, a...

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