La comedia política / Se vale sobar, Felipe

Tremendo trancazo se llevó el presidente Felipe Calderón en su bicicleta. Dicen que el piso estaba mojado y eso provocó el ranazo presidencial. De acuerdo con fuentes de alto nivel que pidieron el anonimato, el charco que provocó la caída se encuentra detenido en el penal de Almoloya; las autoridades ya prometieron que investigarán a fondo y llegarán hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga (bueno, el que se cayó fue Felipe). Debido a este percance, el mandatario no ha podido ejercitarse como acostumbra, y vaya que el ejercicio le había servido, pues además de haber bajado de peso, la actividad física es un excelente remedio para calmar los nervios que a cualquiera, hasta al más bragado, le produciría tener que estar lidiando con los narcos, con la inutilidad de Germán Martínez, con la torpeza de Juan Camilo Mouriño, con las ocurrencias de Marcelo Ebrard y con las loqueras de Andrés Manuel López Obrador. Tanto estrés es muy difícil de manejar. Ante la imposibilidad de subirse a la bicicleta para relajarse, Felipe decidió dar un paseo en globo. Después de un rato de estar sobrevolando el Valle de México, Calderón se dio cuenta de lo mismo que nos dimos cuenta el resto de los mexicanos hace mucho: estaba perdido. Iba sobre un pueblito, pero no sabía ni cómo se llamaba, ni en qué estado estaba, ni mucho menos sabía pa' dónde tenía que jalar para regresarse a Los Pinos. Si no hubiera tenido el brazo enyesado, seguramente habría ido tronándose los dedos. En esas andaba cuando vio que por la calle iba caminando un señor, al cual comenzó a hacerle señas de una manera desesperada. El tipo ni cuenta se daba, hasta que ya después de un rato se percató del globo que estaba sobre su cabeza y del señor peloncito de lentes que le hacía señas desde la canastilla. El hombre le preguntó a Calderón, sin saber que se trataba del Presidente: -¿Qué se le ofrece, amigo?

-Disculpe, ¿podría ayudarme? Tengo que regresar a tiempo a Los Pinos para una reunión con el gabinete económico, luego debo planchar el uniforme de los niños y antes de acostarme necesito revisar cómo va el contador de ejecutados en todo el País, ya son las cuatro de la tarde... y ni siquiera sé dónde estoy.

El señor, con mucha cortesía le respondió: -¡Claro que puedo ayudarle...

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