El Consejo de Seguridad en el horizonte

AutorOlga Pellicer

En la elección participan la totalidad de miembros de la ONU. Sin embargo, se ha establecido como norma implícita que éstos deciden su voto teniendo como criterio el apoyo unánime del grupo regional. Si éste existe, la elección está asegurada. No procede, pues, hablar de llevar a cabo una "campaña" para la elección. A cambio, sí procede tener claridad sobre las responsabilidades y metas que se van a establecer, así como los preparativos que deben iniciarse en el seno de la cancillería y la delegación mexicana en Nueva York.

Pertenecer al Consejo de Seguridad no tiene un valor en sí mismo. Se requiere, en primer lugar, que los trabajos del Consejo tengan relevancia para el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales. No siempre ha ocurrido así. A lo largo de su historia, la relevancia de ese órgano ha sido irregular como consecuencia, principalmente, de los intereses que dominan la posición de los cinco miembros permanentes: Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido y Rusia.

En segundo lugar, para los países en la periferia del poder internacional, como México, la pertenencia al Consejo tiene relevancia si se cumplen algunos requisitos: de una parte, saber aprovechar las oportunidades, variadas y coyunturales, que se ofrecen a la acción de los miembros no permanentes durante los dos años que dura su membresía.

Se necesita profesionalismo, imaginación y buen dominio de los procedimientos del Consejo para quienes, tanto desde Nueva York como desde la cancillería, toman decisiones para incidir en la actividad de ese órgano.

De otra parte, la pertenencia al Consejo es relevante si se convierte en instrumento útil para avanzar objetivos generales de la política exterior. De otra manera, estar allí puede dar brillo a un diplomático, pero carece de trascendencia para el posiciona-miento internacional del país.

Existe la opinión generalizada de que al acercarse la tercera década del siglo XXI el mundo se encuentra en momentos particularmente caóticos, en los que se multiplican los conflictos y se pierden de vista los caminos que pueden conducir a su solución. La situación en el Consejo durante los últimos años confirma esa impresión.

La mayoría de los conflictos de alto riesgo en el mundo -Siria, Ucrania, Yemen o las tensiones creadas por el desconocimiento por parte de Estados Unidos del programa nuclear de Irán- no son objeto de negociaciones sustantivas en el Consejo.

Las divisiones entre los miembros permanentes han reaparecido...

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