El costo de olvidar

Fueron protagonistas de una historia que no se cuenta, pero vale la pena saber.

Organizados en redes ciudadanas, con un manubrio en sus manos, o con el sudor de un oficio tan milenario como la historia humana. Ellos fueron clave en la sanación de la Ciudad que casi se derrumba hace dos años, con heridas que aún no cierran por completo.

Ciudadanos organizados, ciclistas llevando víveres como hormigas que caminan con sus hojas. Albañiles que, si no pusieron a prueba su conocimiento, sí su resistencia y su paciencia. Gente que aún no recibe ayuda.

La historia de los olvidados del 19S empieza por los damnificados de la Colonia Narvarte, gente de la tercera edad que se cansó de escuchar promesas de la entonces delegación Benito Juárez.

"Pero ya con el nuevo Gobierno nos dijeron que a fines de octubre empieza la reconstrucción", asegura Magdalena Hernández en la sala improvisada del campamento donde come y, varias noches a la semana, también duerme.

Lonas de plástico forman un ovillo en la esquina de Concepción Béistegui y Yácatas, frente a los restos de lo que hasta hace dos años fue el patrimonio de ocho familias, casi todas encabezadas por gente de más de sesenta años. Uno de ellos murió sin ver su vivienda reconstruida.

"Cuando llegó esta Administración vimos por fin la luz al final del túnel", expresa Hernández.

LA NECESARIA ORGANIZACIÓN

Pero el túnel al que se refiere Magdalena podría volverse oscuro en cualquier momento, pues el riesgo prevalece y aún no hay suficientes redes de ayuda, como lo entendió desde un inicio Mónica Tapia.

La especialista en políticas sociales recuerda cómo, en medio del caos, se hizo apremiante la necesidad de un orden, de alguien que trazara un camino que pudieran seguir aquellos que querían ayudar, y formaban una enorme voluntad que se desbordaba por todas partes.

"Llegó un punto en el que, de tantos que eran, hasta estorbaban", expresa.

Ahí fue cómo, de a poco, nacieron los esfuerzos ciudadanos como Verificado 19S y Ciudadanía 19S que hoy siguen vigentes y miran adelante, reconociendo lo mucho que falta por hacer.

Una emergencia es impredecible. No hay una receta para prepararse para un sismo, pero sí nota una constante: la fuerza y la organización para salir adelante, sin importar la cara que muestre la contingencia.

UN OLOR A MUERTE

El rostro que mostró el temblor de septiembre de 2017 a los ciclistas fue, a ratos, amargo.

Todos compartieron un objetivo: llevar en su bici ayuda a los lugares donde más se...

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