El más creyente

AutorJosé Gil Olmos

Solares mantuvo con Scherer una amistad entrañable desde que contaba con apenas 25 años y el entonces director de Excélsior lo invitó a dirigir el suplemento cultural de ese diario, que se llamaba Diorama, y luego también la sección cultural del mismo periódico, El Olimpo.

Lo primero que Solares quiere hacer es dar una imagen de lo que el fundador de Proceso significa para el periodismo nacional.

"Literalmente, la libertad de expresión de que gozamos ahora en nuestro periodismo nacional en buena medida se la debemos a él. Scherer abrió un camino que antes no existía, en un tiempo en el que todavía tuvo que luchar con la censura de una manera brutal, y prueba de ello es que tuvimos que salir de Excélsior. Siempre fue un periodista incómodo para el poder", sostiene el director de la Revista de la Universidad.

No podemos entender el periodismo actual y todo lo que implica de libertad y de espacio para la sociedad civil si no fuera por Scherer. Antes la mordaza era brutal, de alguna manera a los periodistas los tenían cooptados y a las publicaciones también, a través de PIPSA (la única distribuidora de papel). De alguna manera todo tenía que pasar por la censura, desde el teatro, donde había un censor, hasta el enojo de algún alto funcionario poderoso que no le gustaba lo que se publicaba. A Scherer le debemos nuestra libertad de expresión en buena medida.

Solares, autor de La Noche de Ángeles, Madero, el otro y El gran elector recuerda también su amistad con Vicente Leñero desde la revista Claudia, en la década de los setenta, donde también colaboraban José Agustín, Gustavo Sáenz y Juan Badillo.

Cuando se refunda Revista de Revistas (ya en Excélsior) me fui con Vicente y ahí estuve un año hasta que Octavio Paz me invitó a irme a Plural como jefe de redacción en lugar de Tomás Segovia. Ahí duré un par de años, pero Paz era muy difícil y llegó un momento en el que ya no aguanté.

Recuerda que para entonces tenía 25 años y, sin empleo, fue a buscar a Scherer y Leñero. Para su sorpresa, Scherer le ofreció el suplemento Diorama de la Cultura de Excélsior, que en ese tiempo era el de mayor peso en el mundo cultural mexicano.

"Estuve ahí cuatro años a partir de 1972; todos los sábados le mostraba las páginas antes de imprimirlas. Me llevaba a un balcón que daba a Reforma y cuando me daba palmadas en la espalda, yo sentía que me iba hasta abajo.

"Julio me ayudó, me tuvo paciencia, leyó los originales de mis libros... Tengo un libro que se llama La...

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