Un crimen fraguado desde el poder

AutorAlfonso Durazo

Llegó Luis Donaldo a las ocho en punto; por supuesto yo ya estaba ahí. Entra a su oficina y de inmediato me llama, con una insistencia pocas veces vista; paso inmediatamente y viene desde su escritorio a mi encuentro con los brazos extendidos y me dice con una gran emoción "¡ganamos!", mientras sellaba la información con un gran abrazo.

De inmediato nos envolvió la parafernalia de un destape al estilo priista. Tomó posesión de su condición de candidato presidencial y de presidente en potencia con toda naturalidad. Se le veía seguro de sí mismo, como si se hubiese preparado a lo largo de toda su vida para ese momento.

Un rato después, ese mismo domingo 28, el presidente Salinas buscó a Luis

Donaldo por la red. Como era usual, contesté en su ausencia. Lo sentí realmente contento, optimista, satisfecho por la reacción de júbilo que había generado entre los priistas la postulación de Luis Donaldo. En esos momentos todo era reciprocidad y condescendencia con Los Pinos, con Salinas y Córdoba, incluida la designación del coordinador general de la campaña. Nadie imaginaba ese día la cercanía del giro después conocido.

La campaña fue la etapa estelar de su vida política. El priismo lo colmaba de elogios y el cariño de la gente era creciente. En contrapartida, enfrentaba una resistencia artificial y prefabricada; en el país crecía una confusión manipulada. Un arduo ejercicio de concertación y una intensa campaña política no lograban contener la estrategia de desbordamiento, que al interior del equipo suponíamos estaba diseñada en Los Pinos.

Esta contracampaña alcanza su apogeo en el indignante "no se hagan bolas" y en el juego camachista que crecía con el evidente consentimiento presidencial. A ello se sumaban las consecuencias políticas de la rebelión de los pueblos indígenas de Los Altos de Chiapas, en enero de 1994, que Luis Donaldo atribuía a la desconexión del poder político con el estado real de la sociedad, al vínculo indudable que existía entre régimen político y exclusión social.

Aun así, Colosio despertaba cada día mayor interés por su candidatura; los números de la opinión pública estuvieron siempre con él.

Lo que en realidad sucedía en aquellos tiempos es que factores políticos y reglas del juego a los que Luis Donaldo había estado vinculado hasta el momento de su postulación como candidato a la Presidencia de la República, buscaban su sometimiento al viejo orden; buscaban su complacencia con los intereses creados y las inercias que, tras...

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