El crimen de Nezahualcóvotl

AutorMiguel Leon-Portilla

El episodio que vamos a recordar tuvo comienzo precisamente en Tepechpan.

Fue en el año 13-Pedernal, equivalente a 1440, cuando Nezahualcoyotl tenía 38 años. Durante un paseo, muy cerca del pueblo de Tepechpan, se encontró en el camino con Cuacuauhtzin. Éste lo invitó a pasar a su palacio y tomar allí su almuerzo. Nezahualcoyotl aceptó la invitación y pasó al lugar donde residía el señor de Tepechpan. A la hora del almuerzo, pidió Cuacuauhtzin a una joven doncella de nombre Azcalxochitzin que fuera ella quien le sirviera el almuerzo. Muy agraciada era esta muchacha, por cierto, también del grupo de lospipiltin, gente de linaje, y a la vez atenta y acomedida cuando se le confiaba algo, en particular si ello ocurría por encargo de Cuacuauhtzin. Éste había decidido hacerla su mujer, pero dado que aún era muy joven, había optado por esperar algún tiempo.

Acudiendo otra vez a lo que escribió Alva Ixtlilxóchitl, así como a varios cantares antiguos, podemos enterarnos de que, al verla, Nezahualcoyotl quedó prendado de ella. No significa que el señor tezcocano no hubiera tenido ya acceso a otras mujeres. Significa que en última instancia no había encontrado una que llegara a ser su legítima esposa y madre de sus herederos, en particular de quien lo sucedería al trono.

Inquieto y apesadumbrado quedó Nezahualcoyotl y fue entonces cuando fraguó lo que debe llamarse un crimen para hacer suya a Azcalxochitzin. Como en el relato bíblico de David que envió a la muerte a Urías para hacer suya a la mujer de éste, también Nezahualcoyotl dispuso que Cuacuauhtzin fuera enviado a un encuentro bélico y puesto en un lugar de particular peligro, donde debía encontrar la muerte.

El crimen se consumó, pero no sin que Cuacuauhtzin se enterara de lo que iba a ocurrirle. En la colección de cantares que lleva el curioso nombre de Romances de los señores de la Nueva España, preservado en la Universidad de Texas, en Austin, hay varios cantos o poemas que, cercano ya a la muerte, alcanzó a componer Cuacuauhtzin. En uno de ellos expresó:

Con cantos me aflijo

yo, Cuacuauhtzin,

con ansia deseo las flores

que estén en mis manos,

yo soy desdichado.

¿A dónde en verdad iremos

que nunca tengamos que morir?

Aunque fuera yo piedra preciosa,

aunque fuera oro

seré yo fundido,

allá en el crisol seré perforado.

Sólo tengo mi vida,

yo, Cuacuauhtzin, soy desdichado.

Tu atabal dejades

tu caracol rojo y azul

asilos haces sonar,

tú, Yoyontzin [Nezahualcoyotl],

ya ha llegado,

ya seyergue el...

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