La crisis de Juan Carlos Rulfo para filmar "Érase una vez"

AutorAnne Marie Mergier

PARÍS, FRANCIA.- A veces las películas se rebelan: se burlan del guion y llevan al cineasta por senderos en los que no osaba aventurarse. Fue lo que vivió Juan Carlos Rulfo con Érase una vez, documental que presentará en el XVI Festival Internacional de Cine de Morelia.

El realizador de El abuelo Cheno y otras historias, Del olvido al no me acuerdo y del multipremiado En El Hoyo, lleva una década y media recorriendo México con su cámara al hombro.

Según cuenta, en sus andanzas descubrió lugares insólitos, pueblitos con nombres inverosímiles como «San Juan Bautista, lo de Soto» o casi metafísicos como «El quizá..». En todas partes conoció a personajes de profunda densidad humana y se nutrió de la filosofía de la vida que emanan sutilmente las tradiciones populares.

Soñaba con regresar a ciertos lugares y con volver a ver a algunos personajes o conocer a otros para realizar una película personal, ya no documental. Pero siempre dejaba ese proyecto para más tarde -confiesa-. Hace cinco años surgió la posibilidad de hacer una película en torno a mi padre en el marco de la conmemoración de los cien años de su nacimiento.

Sigue contando, burlándose un poco de sí mismo:

Muy pronto imaginé una estratagema para conjugar mis ganas de realizar una ficción con esa propuesta.

De paso por la Ciudad Luz por razones de trabajo, Juan Carlos Rulfo parece divertirse al recordar la inaudita génesis de Érase una vez. Pide un doble expresoa uno de estos meseros gruñones tan típicos de los cafés parisinos, y continúa:

Acababa de leer La joven de las naranjas, del novelista sueco Joostein Gaarder, y todavía estaba bajo el encanto de ese libro que relata la historia de un padre que sabe su muerte próxima y escribe una larga carta a su hijo muy pequeño. El chico encuentra la carta once años más tarde y con ella inicia su aprendizaje de la vida. Es una historia de 'transmisión', un libro sencillo y sabio sobre el sentido de nuestras existencias, y por supuesto sobre la muerte ineludible. Pensé en mi hijo de diecisiete años, y en Luisa, mi hija de doce. Pensé en lo que iban a ser sus vidas cuando yo ya no estuviera. Pensé en mi padre, que se fue cuando yo tenía veintidos años. Pensé en el tiempo que fluye e imaginé una historia que en ese entonces me gustó mucho.

La historia era simple: Juan Carlos ya adulto descubría un viejo veliz olvidado en el fondo de un ropero, en el que Juan Rulfo había guardado decenas de postales que le había escrito desde muchas partes...

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