El cristal con que se mira

AutorAgustín Basave

Hay una vacuna para eso, y se llama perspectiva. Más que como año de calamidades, haríamos bien en ver el 2020 como invitación a las revaloraciones. "Todo es relativo", solíamos decir en la escuela, deslumbrados por el relativismo, cuando caíamos en la cuenta de que habíamos despreciado o subestimado a alguien que a la luz de nuevos acontecimientos o en comparación con otras personas nos parecía más valioso. Y sí, en este annus horribilis aquilatamos a médicos y enfermeras desconocidos y trabajadores de servicios esenciales que antes nos eran invisibles o de quienes, con demasiada frecuencia, nos quejábamos. Podemos concebir la otredad como algo bueno, podemos hablar del "extraño amigo". Podemos comprender que quienes no se parecen a nosotros, quienes no piensan como nosotros, no son por ello malos y mucho menos han de ser nuestros enemigos.

El virus del encono ya estaba aquí desde las rebeliones finiseculares, pero ha mutado. La nueva cepa es más infecciosa. A mí no me preocupa que prevalezca un distanciamiento físico sino un alejamiento anímico que engendre comunidades irremediablemente rotas, divididas y enfrentadas. Me alarman los síntomas que padecen los solitarios incapaces de empatía, de comunión con la diferencia. Hace muchos ayeres lo escribí, y francamente no se me ocurre cómo decirlo de otra manera. "La soledad es la sombra del alma. Se proyecta cuando el ser interior está lo suficientemente oscuro para impedir el paso de la luz; se hace visible cuando hay suficiente luminosidad a su alrededor para delinear su silueta [...] Subjetiva de principio a fin, la soledad es inasible. La carencia que la provoca no es física sino espiritual. La paz interior la aleja, el desasosiego la atrae. El suyo es el mundo del abandono, de la melancolía, de la desesperanza. Lo pueblan los fantasmas de su propio miedo. Es el desamparo ontológico, la sensación de mi contingencia y finitud, lo que alimenta mi temor a perderlo todo. Y es ese temor lo que me acerca a ella" (El sueño es vida, Ed. Castillo, 2001, p. 43).

Desasosiego, abandono, melancolía, desesperanza. Estos sentimientos han deambulado por muchos pasillos vacíos, por infinidad de cuartos desiertos durante el confinamiento. No pocas personas han visto en el suelo, así sea por unos instantes, la sombra de su alma. Es a la prolongación de esa oscuridad solitaria, de una yuxtaposición de soledades colectivas, a la que aludo en este...

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