Crítica a la fórmula AMLO para crecer

AutorRicardo Raphael

Según sus propias palabras, la fórmula AMLO para el crecimiento se compone de tres partes: 1) acabar con la corrupción; 2) hacer valer la austeridad republicana, y 3) no puede haber gobierno rico con pueblo pobre.

De acuerdo con la versión presidencial, Urzúa no estuvo conforme con estas premisas y por ello renunció. La explicación es simplista y sin embargo era difícil pedirle al secretario de Hacienda que coincidiera con preceptos que provienen de la filosofía moral y no de la economía moderna.

A la hora de abordar el primer componente de la fórmula AMLO es necesario decir que no hay evidencia científica que lleve a concluir que la corrupción es una variable influyente, para bien o para mal, en el crecimiento de la economía nacional. Al contrario, si algún hallazgo pudiese encontrarse es en el sentido de que la corrupción tiende a multiplicarse cuando la economía crece a tasas elevadas.

Hay que observar el comportamiento que tuvo la corrupción en países como Brasil, Rusia, Turquía, China o la India, durante los primeros años del presente siglo. Cifras a doble dígito de crecimiento y expedientes abultados de corrupción correlacionan ahí de manera bastante consistente.

La historia mexicana sirve también como argumento: los años de mejor crecimiento económico -relativos a los milagros industrial, petrolero o exportador- dieron origen a las fortunas más corruptas de la sociedad mexicana.

Contrario a lo que promueve la filosofía moral de Andrés Manuel López Obrador, corrupción y crecimiento son hechos que suelen coexistir en el tiempo. No hay demostración científica concluyente que lleve a suponer que disminuir la corrupción promueva el crecimiento.

En cambio, sí podría encontrarse evidencia que relaciona a la corrupción con la desigualdad. En una sociedad basada en relaciones corruptas, las oportunidades dependen del vínculo arbitrario que las personas tengan con el poder. Una sociedad corrupta desiguala por razones injustas basadas en la asimetría de oportunidades.

Una sociedad corrupta no trata por igual a las personas iguales, sino en función de la riqueza que posea cada cual para poder pagar por los derechos, los servicios, la justicia, la educación o la salud.

Vale la pena combatir la corrupción porque al hacerlo se distribuyen con mejor equidad los frutos del crecimiento: al erradicar los privilegios que entrega la corrupción se edifican sociedades más cohesionadas y democráticas. Pero, hay que decirlo también: erradicar la corrupción...

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