Crónicas del Metro / Filosofando

Cuando entras a un vagón del Metro y logras adueñarte de un asiento, pueden pasar dos cosas; una, que te quedes dormido y, otra, que comiences a filosofar respecto a situaciones del transporte; la de a continuación es la minuta de una de esas sesiones de reflexión: ¿Por qué los vagoneros que venden "los éxitos del momento", exhiben sonoramente su mercancía a tan altos decibeles? ¿Qué no entienden que a mayor ruido inferior fidelidad auditiva y por tanto menor venta?

¿Por qué hay truhanes que se colocan a frente a las puertas de entrada impidiendo el libre ascenso y descenso de pasajeros? ¿Será que nos muestran que sólo tienen como objetivo en la vida estorbar?

¿Por qué existen holgazanes que sin el mayor desenfado se aplastan a los pies de las puertas que no se abren?

¿Por qué hay desadaptados sociales que se dedican a maltratar asientos y vidrios con leyendas que sólo ellos entienden? A toda esta bola de granujas les hago una pregunta, ¿por qué no se rayan el bullarengue (las nachas)? Así sería más personal su mensaje.

¿Por qué en las mañanas las mujeres no suben a los vagones que...

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