CRÓNICAS DEL METRO / Homicidio

Kafkiano ambiente se respira en la Estación del Metro-La Villa. Intuyo una situación inquietante. Aguardo en el andén el arribo de mi limusina anaranjada. Estoy ubicado hasta adelante, justo detrás de la línea amarilla.

Mientras llega el tren, leo un artículo del Dr. Hernández Rauda. Detrás y a los lados de mí, una muchedumbre de usuarios me rodea. Todos ellos también aguardan la llegada del gusano naranja. Van a sus trabajos, a sus escuelas, a sus casas, qué sé yo.

Se escucha un sonido que anuncia la cercanía del convoy. Las personas comienzan a apretujarse. A mis espaldas detecto a un hombre escuálido y cincuentón, el cual es intempestivamente empujado por atrás y a su vez proyecta hacia mí un automático reempujón.

A causa del empellón, pierdo el equilibrio y me precipito hacia las vías y soy atropellado por los vagones. Perezco. Aunque el hombrecillo me empujó, su conducta no fue voluntaria, puesto que fue producto de una "vis absoluta", y, por consecuencia, el resultado de mi fallecimiento no se le puede imputar.

A quien sí se...

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