Crónicas neutralizadas. Periodismo narrativo ante los discursos oficiales sobre el narco

AutorOswaldo Zavala

Mucho se ha debatido sobre la necesidad real de la "guerra" de Calderón y sus catastróficos resultados. Más allá de las opiniones, sin embargo, varios estudios acadé-micos han articulado una crítica puntual de la estrategia del expresidente. El más reciente se publicó a finales de marzo pasado en la revista científica The American Statis-tician. El análisis, hecho por expertos en estadística de la Universidad de Harvard, concluye: las intervenciones militares ordenadas por el presidente Felipe Calderón como parte de su estrategia antidrogas produjeron un incremento significativo en el índice de asesinatos en 16 de las 18 regiones del país -con énfasis en Ciudad Juárez- estudiadas por los investigadores.

La investigación fue llevada a cabo por la mexicana Valeria Espinosa mientras cursaba un doctorado en estadística en Harvard -actualmente es analista cuantitativa para Google- y en coautoría con el profesor Donald B. Ru-bin. En su estudio ¿Aumentaron \a violencia las intervenciones militares en la guerra mexicana contra las drogas? los autores confirman los señalamientos de dos importantes artículos críticos publicados en 2011 por la revista Nexos, el primero por el sociólogo Fernando Escalante Gonzalbo y el segundo por el politólogo José Merino. Ambos textos establecieron desde entonces una relación de causalidad entre los llamados "operativos conjuntos" de la estrategia de militarización del presidente Calderón y el trágico aumento de la tasa de homicidios precisamente en esas regiones en donde se reconcentraron las fuerzas federales.

La cifra total de asesinatos que arrojó la estrategia de Calderón es exorbitante: 121 mil 863 registrados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) -más de cuatro veces el número de víctimas de la llamada "guerra sucia" de las dictaduras militares de Argentina en las décadas de 1970 y 1980- y casi 30 mil desaparecidos registrados por la Secretaría de Gobernación.

Sorprendentemente, pese a la validez, seriedad e importancia crítica de los tres estudios sobre la "guerra" contra el narco, la gran mayoría de intervenciones sobre el tráfico de drogas desde el periodismo, el cine, la música, la literatura y el arte conceptual han asimilado acríticamen-te el relato del Estado. Esa narrativa defendida por Calderón se ha impuesto a la fecha, incluso en la presidencia de Enrique Peña Nieto, como la verdad histórica.

Pero en el desbordado y discontinuo corpus de formas de pensar, y sobre todo de imaginar el narco, lo que se ha dado en llamar "periodismo narrativo" ha resultado particularmente pernicioso, pues en más de un modo ha repo-sicionado las coordenadas del discurso analítico sobre la violencia en México.

Con el presente ensayo, me interesa localizar las principales condiciones de enunciación de este tipo de periodismo como síntoma de un complejo problema epistemológico que menoscaba todo análisis sobre la relación entre el crimen organizado y el poder oficial. Con esto busco mostrar cómo el periodismo narrativo -en particular en ciertos libros de figuras como Sergio González Rodríguez, Diego Enrique Osorno y Alejandro Almazán, entre los más reconocidos- está basado en una forma de interpretación cultural que merma nuestra comprensión de las transformaciones históricas de los discursos oficiales de la violencia. Esta celebrada vertiente del periodismo corre el riesgo de despolitizar las discusiones más vitales sobre desigualdad social, la criminalización de la pobreza y el advenimiento de una disciplina policial inscrita en un permanente estado de excepción sin...

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