La Cuarta Transformación, a la intemperie

AutorEdna Jaime

Lomienzo con la corrupción porque fue el mayor exceso del gobierno de Peña. Y ha sido el tema alrededor del cual el presidente López Obrador procura articular su discurso de contraste. Él es el presidente de la honestidad valiente y sus gestos cotidianos refuerzan esta identidad. Pero esta identidad que ha construido alrededor de su persona necesita de instrumentos. Porque es la cabeza de un aparato administrativo que gestiona miles de transacciones en las que se presentan oportunidades de corrupción.

El presidente tiene distintos recursos a su alcance para controlar la corrupción. Por lo pronto, un Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) que articula las tareas de los distintos órganos que cumplen alguna función de control de actos indebidos en la función pública. El SNA ahora se encuentra en un limbo, cumpliendo con lo que la norma le establece, pero lejos de ser el factótum contra la corrupción que esperábamos cuando se concibió su diseño. Ese factótum es el presidente.

López Obrador desestima al sistema. No conozco las razones. Prefiere los recursos punitivos que están a su alcance y utilizarlos de manera selectiva. La letra del refrán "A mis amigos, justicia y gracia; a los enemigos, la ley a secas" tiene mucha resonancia en las primeras acciones de nuestro presidente en estos primeros 12 meses de gobierno. Y esa parece ser su política anticorrupción.

Este aspecto punitivo descansa de manera prominente en la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, y en las reformas legales que hoy hacen que la corrupción se tipifique como delito grave y, por tanto, meritorio de prisión automática, así como en la ley de extinción de dominio que permite que se incauten bienes antes de que concluya un juicio. La verdad es que tenemos una combinación peligrosa de normas e instrumentos que puede derivar fácilmente en arbitrariedad. Si la intención es amedrentar y no hacer justicia, creo que el presidente lo está logrando. Pero actuando así no podrá sostener el aserto de que el suyo es un cambio de modelo, y menos de régimen.

"La impunidad se acabó en mi administración", dice el presidente. En lo que a delitos de corrupción corresponde, tenemos casos abiertos, cuentas congeladas y descongeladas, pero justicia todavía no. Y hacer justicia en casos de corrupción requiere de capacidades de Estado, de las que carecemos. La Fiscalía anticorrupción de reciente creación es en realidad un cascarón que alberga penurias...

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