El cuento del combate a la corrupción

AutorDenise Dresser

La persecución de la corrupción en la 4T no parece tener un rasero unívoco, un patrón institucional, una metodología razonada y razonable -apegada a la ley-que justifique cómo, cuando y contra de quien actúa. Embiste a algunos y no toca ni con el pétalo de una investigación a otros. Persigue a los adversarios mientras cierra los ojos ante los atropellos cometidos por los amigos. Sobre sus críticos, el presidente tiene mucho de qué hablar. Pero sobre la corrupción de sus aliados, no dice ni pío.

Usado y narrado de esa manera, el combate a la corrupción se vuelve un pretexto orwelliano para consolidar el poder y alinear a los no alineados. La guerra contra los corruptos se libra contra objetivos cuidadosa y selectivamente seleccionados. Eso le permite al presidente evidenciar públicamente a los traidores, instilar miedo entre quienes podrían ser puestos en el paredón a futuro, y así erigirse en uno de los líderes más poderosos en décadas. AMLO preside sobre un ciclo -aparentemente sin fin- de investigaciones y exhibiciones, después glorificadas por la propaganda gubernamental. En nombre de la cruzada anti-corrupción, el presidente está purgando al país. Y al atacar a otros, logra proteger a los suyos y desviar la atención sobre los casos de corrupción que han brotado dentro de su propia administración.

Ahora, la purga se centró en los fideicomisos y quienes supuestamente se beneficiaban de la putrefacción que contenían. Los científicos y sus centros de investigación de punta, los académicos y las instituciones abocadas a la formación y diseminación de conocimientos, los defensores de derechos humanos y su activismo a favor de las víctimas, los periodistas y los mecanismos que fueron creados para protegerlos. Y sin duda, había algunos que malversaban fondos, operaban en la opacidad, se prestaban a la discrecionalidad. El creado para apoyar políticamente a Josefina Vázquez Mota es indefendible, como otros tantos más. Pero en lugar de corregir, auditar, investigar y sancionar a funcionarios que habían mal utilizado un instrumento administrativo -productor de perjuicios y beneficios- el presidente dio la orden de acabar con ellos de tajo. En lugar de auditarlos primero y cancelarlos después, la 4T actuó exactamente al revés, con la ayuda de diputados y senadores que abdicaron a la función constitucional que les corresponde de aprobar el presupuesto y vigilar cómo se gasta.

Encerrados en una sede alterna, rodeados de no-granaderos, obligados a...

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