De damas y martinetes

AutorSamuel Maynez Champion

Empero, en otros tiempos el piano era un símbolo de refinamiento, obligado e inequívoco, para los hogares de las clases pudientes, o en vías de serlo. Frente a su dentadura de marfil -las teclas actuales son plásticas y electrónico es el mecanismo que las conecta- desfilaron miríadas de soñadores, de solitarios, de tímidos, de perseverantes, y de párvulos inducidos pero, especialmente de señoritas para quienes la destreza manual sobre el teclado debía fungir como atributo a la hora del casorio...

Fueron ellas las que debieron someterse a un régimen educativo que preveía su instrucción musical con miras a convertirse en esposas virtuosas; salvo casos raros, en pianistas profesionales. No obstante, gracias a ese aprendizaje muchas de ellas encontraron vetas indecibles de belleza y modos de expresión que las convirtieron en mujeres destacadas. He aquí algunas:

Para la pequeña Delmira, hija única de un matrimonio aburguesado, se había dispuesto que recibiera clases de francés, pintura y música. Obviamente se contó con instructores de probada calidad. Era importante la crianza del espíritu y aquel del cuerpo quedaba en segundo plano. En la pintura la niña demostró un talento mediano; en cambio, en el dominio de la lengua materna y el piano resultó muy apta. Cerca de su décimo cumpleaños empezó a escribir poemas que su padre pasaba en limpio con el orgullo de su incredulidad.

Lo asombroso del caso es que la niña tenía un método creativo bastante peculiar: después de tocar sus ejercicios pianísticos y de repasar alguna pieza de su repertorio, cerraba los ojos y dejaba que sus dedos vagaran libres por el teclado. Minutos más tarde dejaba de tocar y garabateaba, en estado de trance, versos, versos paridos por el influjo musical. Así transcurrió su adolescenciay alcumplir 21 años, todavía soltera, la producción poética alcanzó para un libro. Surgió entonces el primero llamado El libro blanco y en cadena se produjeron los siguientes: Cantos de la mañana y Los cálices vacíos.

Este sería el último que escribiría estando célibe, pues al tiempo de su escritura apareció un galán que le alborotó las hormonas. En casa no se festejó el noviazgo puesto que ambos progenitores percibieron que el sujeto manifestaba demasiadas actitudes soeces. Mas no hubo nada que hacer, ella se empecinó y en breve hubo de celebrarse el matrimonio. Lamentablemente, apenas Delmira abandonó la seguridad hogareña y se vio sola ante al marido, algo se le rompió por dentro. Nada más...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR