Damasco, la ciudad que no pierde la esperanza

AutorAnne Marie Mergier

BRUSELAS.- "Nunca salgo sin mi credencial. Antes ni siquiera se me ocurría traerla conmigo, pero ahora sí, por si me pasa algo, por si necesito identificarme." "Cada mañana, al salir de casa, miro al cielo y le confío mi vida. Luego me lanzo a la calle..."

Ahora tengo siempre presentes la guerra, los misiles, los desplazados, los refugiados. Es inconsciente, pero es así. De hecho hoy me pregunto qué soñaba yo antes de la guerra. Todo eso es tan desproporcionado que nos rebasa a todos.

"La gente fuera de Siria piensa que nuestro país es sólo ruinas, guerra y muerte; pero se sigue viviendo en Siria y día tras día nos toca arreglarnos con la realidad de la guerra."

Entrevistados furtivamente en calles de la capital siria o, con más tiempo, en sus casas, sus lugares de trabajo o en hospitales donde se reponen de sus heridas, los damascenos hablan. Lo hacen casi siempre sin odio, con una mezcla de dignidad, fatalismo, humor negro, lucidez, agobio, determinación e instinto vital, que despiertan admiración y respeto.

Cuentan su vida diaria a Myrna Nabhan, politóloga sirio-belga y realizadora de Damas, là où l'espoir est le dernier à mourir (Damasco, donde la esperanza es la última en morir), documental polifónico que por su enfoque contrasta con otros reportajes y películas sobre la tragedia siria.

No hay ninguna imagen de combate en Damasco... Ninguna escena de guerra. Ningún cadáver. Ningún análisis político. Solamente la resiliencia cotidiana de damascenos de todas edades, orígenes sociales, convicciones religiosas. Así lo decidió la cineasta.

Nadie sabía de Siria

De padre sirio y madre marroquí, Nabhan nació en Bruselas, creció en Damasco, regreso a Bélgica para estudiar ciencias políticas y relaciones internacionales y su única ambición era volver a su patria para ejercer su carrera. Pero la guerra cambió sus planes. "En 2004 muy poca gente ubicaba a Siria en un mapa, y aun menos gente se interesaba en el país. Fue a partir de 2011, con los primeros acontecimientos violentos, cuando Siria cobró realidad en Bélgica", recuerda en entrevista.

"Viajé a Damasco en junio de ese mismo 2011. Se sentía tensión y sabíamos que cosas graves ocurrían en provincia", sigue. "Viajé otra vez en diciembre y entendí que la guerra ya estaba ahí. Había atentados, brotes de violencia; todos temían por sus vidas y empezaba la desconfianza recíproca. Mis amigos y contactos belgas me asediaban con miles de preguntas sobre la situación. No me pedían análisis políticos, querían testimonios humanos. Escribí un largo texto que les mandé a todos.

Un amigo me pidió permiso de publicarlo en La Libre Belgique."

Su testimonio circuló ampliamente en las redes sociales y diarios electrónicos, como The Huffington Post, le abrieron sus páginas.

"Volví en 2012. La situación empeoraba día tras día. Me sentía mal, con mala consciencia. No sabía cómo ser útil a mi país", confía. "De regreso en Bruselas abrí Cham Consulting Group, una consulto-ría sobre el mundo árabe...

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