En defensa del "género"

AutorMarta Lamas

¿Cómo celebrar los 40 años de persistencia de este proyecto de libertad informativa? Quiero usar como punto de referencia de mi intervención algo que considero significativo: los desacuerdos que en diciembre de 2002 expresaron Javier Sicilia y Carlos Monsiváis, escritores que encarnan dos ejes fundamentales de Proceso: un catolicismo progresista y un radicalismo implacable. Lo traigo a cuenta pues, además de que dicho debate fue la razón por la que inicié mis colaboraciones, en él se encuentra presente una confrontación que persiste hasta el día de hoy y que tiene sentido revisar para el proyecto político que Proceso despliega.

Sicilia y Monsiváis debatieron sobre las mujeres indígenas, la religión y el género en cuatro artículos que no tienen desperdicio, y las diferencias de estos escritores siguen siendo el centro del debate del feminismo, pues implica concepciones sobre los límites y consecuencias de la diferencia sexual.

En las páginas de Proceso he sostenido que el debate sobre el género es también un debate sobre la justicia. La dificultad para comprender los alcances y límites de la diferencia sexual explica la dificultad para entender qué es el género. Este nuevo concepto, que erróneamente se usa como sinónimo de sexo, nombra lo que en una cultura determinada se considera "lo propio de los hombres" y "lo propio de las mujeres". La nueva acepción de género nombra las ideas que se tienen en una cultura determinada sobre "lo propio" de los hombres y "lo propio" de las mujeres. Por eso, a diferencia de la sexua-ción, que es un determinante genético que produce hembras y machos biológicos en todas las culturas, el género es un filtro cultural distinto en cada cultura. Baste pensar en los mandatos sobre "lo propio" de las mujeres en países escandinavos, islámicos o latinoamericanos. En México, las creencias sobre "lo propio" de cada sexo están teñidas por la herencia cultural judeocristiana.

Lo que impulsó el debate Sicilia/ Monsiváis fue precisamente la concepción que se tiene sobre la mujer, y su "destino natural": la maternidad. La reacción de cuatro obispos (Autlán, Xa-lapa, Matehuala y Oaxaca) ante unas declaraciones de la Primera Cumbre de Mujeres Indígenas de las Américas -realizada en 2002 en Oaxaca- fue lamentar que: "La Cumbre pretenda imponer el concepto de derechos sexuales y reproductivos, que implican programas de control poblacional que aten-tan contra el valor de la maternidad y de la vida", y reafirmar su creencia en la maternidad como el destino de las mujeres.

Con su acostumbrada mordacidad,

Monsiváis calificó el documento del Episcopado como "un blindaje dogmático" que les niega a las mujeres sus derechos mínimos, que idealiza el hogar indígena (donde las mujeres padecen la violencia de sus hombres alcoholizados) y que no visualiza la condena a la precariedad educativa a que están sometidas por el analfabetismo. Además, recordó que desde 1994, con la rebelión del EZLN, las indígenas habían hecho una crítica a sus condiciones de vida y a ciertos usos y costumbres, e invitó a confrontar el discurso de la comandante Esther en el Congreso de la Unión en marzo de 2001.

En su respuesta, Sicilia coincidió con Monsiváis en la terrible discriminación y opresión...

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