Le dejan llamas huellas

Ramón y yo estábamos en pleno faje, el sudor de mi cuerpo hacía que nos pegáramos cada vez más y que no sintiéramos lo que sucedía alrededor, nuestros gemidos eran la música del momento, hasta que un ruido extraño la distorsionó.

Nos costó trabajo separar nuestros labios, pero antes de eso nuestros ojos ya se encontraban bien abiertos y juntitos ante el griterío desesperado que retumbó unos segundos con los sonidos del bosque y el silencio de la noche.

Parecía la voz de una mujer, por algún momento pensamos que podía ser la de mi tía Lupe, pero como el escándalo duró tan poco, no logramos definir ni su procedencia ni constatar que realmente fuera el grito de un humano y no el de cualquier animal salvaje.

Mi hombre me tomó de la mano y comenzamos a caminar porque hasta la inspiración se nos fue, tratamos de hacerlo rápido y por lo mismo me torcí el pie cayendo intempestivamente, pero, aunque cojeando, logré reincorporarme rápidamente.

Nos detuvimos de repente porque la atarantada hizo que nos sacáramos de onda, tratábamos de diferenciar los caminos pero no sabíamos para dónde ir, ya después de dar dos vueltas en el mismo lugar nos orientamos y decidimos seguir el paso por donde había más luz.

Cuando comenzábamos a caminar vimos de frente a un perro raro, quizás era un lobo, por eso preferimos no movernos, casi ni respirar, mientras nos observaba con una mirada escudriñadora, en tono rojizo por momentos y que nos atemorizó por su aspecto descuidado y de mal olor.

Ramón me apretó fuertemente la mano como tratando de comunicarse conmigo, pero no podíamos hacer nada, estábamos estupefactos mirando al perro, cuando de repente abrió su hocico y emitió un alargado y extraño aullido mientras se transformaba en una especie de hombre lobo.

Se nos pusieron los pelos de punta y poco a poco nos hicimos hacia atrás para echarnos a correr, pero cuando lo intentamos tropecé nuevamente, la noche nos confundía, el silencio que vino nos aterró y el dolor en mis piernas fue inexplicable...

Mi viejo volteó y gritó ¡nooo!, yo lloraba en silencio por el miedo a molestar de más a la bestia, pero Ramón no se aguantó y lloraba desconsolado apretándome fuertemente.

Me jaló como pudo pero las garras del animal me tenían...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR