La democracia y el Reino

AutorJavier Sicilia

Aunque en su sentido etimológico "democracia" quiere decir "poder del pueblo", la palabra ha perdido en nuestros días cualquier significación. Vacía de contenido, pero prestigiada como un axioma de la vida política, se ha convertido, como dice mi amigo Jean Robert, "en la puta de todos". No sólo se ha usado para justificar la revolución como la contrarrevolución, el terror, el autoritarismo y la mediocridad, sino que se le ha acompañado con todo tipo de adjetivos (democracia representativa, liberal, socialista, librecambista, etcétera.).

Sin embargo, la democracia, como lo ha señalado Douglas Lummis, es, en tanto "poder del pueblo", algo que no puede reducirse ni a las elecciones ni, como suele suceder, a ningún tipo de arreglo entre instituciones políticas o económicas. No es, por lo tanto, un aparato que, como sucedió con la democracia ateniense del siglo V a de C. y como sucede con los bunkers legislativos del México del siglo XX, usurpa la plaza pública para encerrarla en consejos especializados. Es, por el contrario, un horizonte, "un proyecto histórico -dice Lummis- que la gente manifiesta luchando por él" y que repentinamente surge y se recrea en la confianza mutua y la libertad. La democracia, por lo tanto, aparece siempre en medio de sus simulaciones y corrupciones como una especie de primavera, en el lugar que siempre le corresponde: la plaza pública. "Es el arte -vuelvo a Lummis- de extender el dominio de lo posible [para] crear lo imposible a partir de lo posible". En este sentido, la democracia, hoy en día, no está en las instituciones que, como toda construcción histórica, han entrado en crisis y tienen que cambiar. Está, como una expresión de lo posible en lo imposible, en los indignados, en los occupy, en la primavera del Medio Oriente y en su antecedente mexicano, las movilizaciones ciudadanas que concitó el levantamiento zapatista de 1994.

Hoy, en México, en medio de la simulación envilecida de las elecciones, el único movimiento que ha recreado la verdadera democracia es el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Pero más que una recreación o, mejor, que una aparición de la vida democrática en el desastre nacional, yo hablaría de una categoría más profunda: el Reino.

La palabra puede sonar, en oídos laicos o clericales, a la reivindicación de un orden perdido. Nada más lejano a eso. El Reino, en el espíritu profundamente religioso del pueblo de México -que las élites ilustradas quieren absurdamente borrar y los...

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