El desafío. La nueva política cultural

AutorJorge Sánchez Cordero

Ahora importa, y mucho, la conformación de un proyecto nacional cultural, y para ello es imprescindible delinear las políticas públicas que en este ámbito deben asumir las próximas administraciones.

El debate sobre ese tipo de políticas (public policies) se originó en Estados Unidos y tuvo su florecimiento a partir de la década de los cincuenta, con la noción de gobierno como idea central; aquellas se entienden como un programa gubernamental y su propósito es claro: buscar la legitimidad de la acción pública.

El código de la eficiencia en las tareas gubernamentales se resume en la divisa Planning, Programming, Budgeting System (PPBS, por sus siglas en inglés) de los años sesenta, época que marca el inicio de la modernización administrativa (New Public Management), cuyo núcleo son los sistemas de evaluación que permiten analizar e interpretar la información concerniente a la ejecución de las políticas públicas y el impacto que éstas tienen en situaciones sociales específicas (Jean Leca).

La tradición europea tomó un derrotero diferente; en ella, era el Estado el que en gran medida dominaba a la sociedad, la modelaba y, en muchas ocasiones, la trascendía. México participaba del esquema europeo -uno de cuyos propósitos era hacer eficiente la acción gubernamental-, que muy pronto experimentaría mutaciones importantes.

Los fenómenos sociales de la época redimensionaron la función del Estado. El cuestionamiento social hacia la agenda política de la élite político-administrativa que determinaba esa función empezó a cobrar bríos. La narrativa gubernamental se transfiguró e introdujo la necesidad de una reforma del Estado, que se convirtió en sí misma en el objeto de políticas públicas.

Una de las formas de explicar ahora al Estado es a través de la acción pública, lo que resulta especialmente cierto en el contexto cultural de nuestro país.

Las ciencias sociales incorporaron rápidamente las políticas públicas a los estudios clásicos de comportamiento político (Christopher Pollitt y Geert Bouckaert). Sin embargo, la metamorfosis más profunda se escenificó sin duda en el espacio público, que es el que provee de significados sociales y cuya nueva vertiente es la expresión de intereses sociales, así como de nuevos vínculos entre el individuo, los grupos y las comunidades, y entre el Estado y la acción colectiva.

La crisis terminó por debilitar la interlocución estatal y, más grave aún, por agotar la intermediación del Estado en el espacio público; así, los objetivos de éste se contrajeron y fragmentaron, sus acciones se mediatizaron, su legitimidad se difuminó y su único soporte se redujo al poder político.

Las expresiones culturales, sobre todo las comunitarias, se erigieron...

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