Desdicha y esplendor Nahui Olin

Carmen Mondragón en la casa de los espejos que multiplican sus imágenes al infinito, en los extremos del inmenso placer y el supremo dolor, en la contradicción insalvable entre la belleza sin límites y la fealdad esperpéntica, en el contraste entre lo más público y lo más misterioso, la intimidad secreta que ya nadie descifrará.

Hace veinte años, a partir de su redescubrimiento por Tomás Zurián, pareció que Nahui Olin tendría la vida perdurable del mito al mismo nivel de Frida Kahlo, Antonieta Rivas Mercado o Tina Modotti. Los elementos estaban allí y sin embargo nada de esto ocurrió. Un misterio más entre los muchos que rodean a esta fascinante mujer, quizá más trágica aun que sus contemporáneas. A ellas está ligada por varios vínculos: fue la única modelo a la que Diego Rivera pintó a lo largo de treinta años, la amiga de Tina retratada varias veces por Edward Weston, la esposa de Manuel Rodríguez Lozano, el gran amor de Antonieta, aun en mayor medida tal vez que José Vasconcelos.

No le faltó la consagración literaria: Gentes profanas en el convento (1950), la única y extraña novela del Dr. Atl, es un canto de amor a quien él mismo bautizó como Nahui Olin.

Un canto que a diferencia de otros monólogos eróticos da la palabra a la protagonista, la deja hablar a través de cartas que, si no son inventadas por Gerardo Murillo, representan lo mejor de su extravagante obra literaria.

Las nupcias y los crímenes

Patricia Rosas Lopátegui, quien ha hecho todo por la obra y la memoria de Elena Garro, acaba de publicar en las ediciones de la Universidad Autónoma de Nuevo León un volumen (nunca mejor empleada la palabra) de 657 páginas, tan inmanejable como indispensable: Nahui Olin sin principio ni fin: Vida, obra y varia invención.

Reúne todos sus libros, un gran número de ensayos, artículos, comentarios, notas de prensa y unas cuantas imágenes, muy pocas si se comparan con las que aparecen en Una mujer de los tiempos modernos (1992), el ya inconseguible libro-catálogo de Zurián, y en La mujer del sol de Adriana Malvido.

¿Dónde estarán los desnudos que le dibujó Jan Charlot? Y es imposible no echar de menos la foto nupcial: la muchacha de veinte años con el cadete adolescente que iba a ser el pintor Manuel Rodríguez Lozano (1895-1971), el auténtico Beltenebros capaz de convertir en sufrimiento y muerte las vidas que cruzaron por su camino.

La boda en sí es un enigma. Se casan, se supone, por voluntad del general Manuel Mondragón. Pero tiene lugar en...

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