Subterráneo/ Desempleo y crimen

Entre el desempleo y el crimen hay más semejanzas de las que podría suponerse. En verdad son tantas, que no sorprende que uno y otro caminen de la mano y que cuando uno aumenta el otro haga lo mismo.

Lo primero que destaca es que ambos son enormemente destructivos. Cada uno lo hace a su manera, pero los dos, el desempleo y el crimen, destruyen la solidaridad social, debilitan la confianza en los demás y terminan alentando en quienes sufren uno u otro, la convicción de que son víctimas de una injusticia y se les está imponiendo un castigo que no merecen.

La reacción de quien sufre el desempleo o padece un delito es, por lo demás, dolorosamente semejante. En ambos casos la víctima empieza por pensar qué hizo mal, en qué se equivocó y cree que ella es la causa de su fracaso laboral o del asalto, la herida o el robo que sufrió. "¿Cómo es que no me di cuenta de lo que iba a pasar? ¿por qué no hice nada por evitarlo?", son preguntas que se repite una y otra vez.

En ambos casos siguen, también, las humillaciones. El desempleado se come sus ahorros -si es que los tenía-, y empieza a vender cosas y a pedir prestado. La humillación está, en su caso, detenida del hilito de una esperanza: alguien prometió ayudarlo a conseguir un trabajo; ya le dijeron que en dos semanas se dé una vuelta; tiene un amigo que conoce al dueño de una empresa que le dijo que nomás que lo viera tendría empleo.

Las víctimas del crimen recorren un camino paralelo. Las humilla el ministerio público al pedirles su declaración y exigirles comprobantes de cada cosa que dicen: "¿Dónde está la factura del radio que dice que le robaron?". Si fueron lastimadas o heridas, las humilla el médico legista al examinarlas como si fueran cosas, no seres humanos. Y a todas las anima, también, el hilito de una esperanza que casi nunca se cumple: la de que ya mero van a agarrar a los que las maltrataron, que van a recuperar sus cosas de los ladrones que las robaron. "Sí, ya merito, les dicen, estamos trabajando, nomás espéreme un tantito".

La regla, sin embargo, es que no pase nada ni en un caso ni el otro. Si alguna vez, como por error, llaman al herido o al robado para que identifique a los delincuentes y los ve y dice que sí, que ellos...

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