La desencarnación

AutorJavier Sicilia

Esta celebración, sin embargo, perdió su sustancia. La fiesta, no obstante lo que sabemos de ella, se volvió un rito vacío, un periodo de vacación puntuado por un consumo salvaje; un periodo que, potenciado por el covid-19, mostró lo que hace ya mucho se perdió del misterio: la muerte de la era de la encarnación y el nacimiento de otra que habría que llamar poscarnal. Su símbolo es la computadora, un sistema que algunos llaman herramienta, pero que es absolutamente distinta a ella.

La herramienta forma parte del mundo carnal. Pertenece a la proporción, a aquello que nos permite ayudar a otros y ayudarnos como prójimos. Es algo que usamos para fines determinados en beneficio de un bien común proporcional y limitado como nuestra carne. Los mundos llamados premodernos viven aún de la herramienta. El sistema, en cambio, nos usa.

Cercano al industrialismo, cuyas herramientas complejas nos enajenan, el sistema nos vuelve parte de sus circuitos de imputs, outputs y de sus cadenas de feedbacks. Nos desapropia de la carne del prójimo y del mundo, y nos encierra en la virtualidad de un yo que es manipulado y manipula lo real. El sistema no conoce lugares concretos ni prójimos de carne y hueso, sino imágenes, abstracciones en las que el prójimo y su mundo son tan intrascendente como la tecla "delete" que borra un texto. En él, a diferencia del mundo carnal, ya no hay matriz trascendente, sino imágenes etéreas.

La llamada "nueva normalidad" -que cambiará para siempre nuestras vidas- es su consecuencia. Al desarrollo creciente del uso de los sistemas para "relacionarnos" agrega una separación mayor del prójimo mediante la distancia y el uso de mascarillas y aditamentos que aíslan nuestra carne de la del otro; privilegia las labores económicas y sus consumos sobre la vida; reduce la salud del prójimo y su cuidado a prótesis que nos distancian y a la disponibilidad de camas dentro del sistema médico, y potencia el individualismo.

Bajo esa percepción se entiende por qué se asesina, se humilla, se desaparece sin que nadie haga nada más que expresar con palabras y datos lo que queda de una era donde el prójimo importaba, donde la carne del otro y del mundo tenía el peso y la densidad que trajo la encarnación. Muerto Dios y...

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