El desierto azul de José Cruz

AutorJuan Pablo Proal
  1. Llévate la historia Tocan el timbre. Es Pamela Landa, fan de años. Trae en las manos el DVD Desierto azul. Georgina la deja pasar. Pamela introduce el disco en el reproductor de la sala y llama a José. Él acude. Se sienta en el sofá. Pamela prende el televisor y deja correr el único concierto oficial que grabó Real de Catorce. La imagen que proyecta la pantalla le sienta a José como un látigo. El rostro, de tan familiar, lo siente en su misma carne. El bigote de caballero de los cuarenta bajo luces neón. Ojos de telescopio. Cuerpo de guerrero indio. El baile de boxeador rumbero.

-¿Soy yo?

-Sí.

-¿Toco la guitarra?

-Sí.

José siente una inyección de miedo en el corazón. Cada lágrima que desciende de sus ojos contiene más incredulidad que sal. Georgina observa la escena desde la cocina, en silencio. La reacción de su hermano le hace pensar que la idea está funcionando. Está casi segura de que él se está dando cuenta de quién es. El miedo tiene muchas máscaras, hay quienes temen las alturas, a la oscuridad, a los lugares abiertos, al encierro... José recién había adquirido catoptrofobia, miedo a los espejos.

Ver su reflejo idéntico al del hombre con guitarra eléctrica que canta en la televisión le resulta un completo shock. Pamela no desiste, se ha convertido en una voz ajena a la familia que ayuda a persuadir al artista de su propia historia. Con frecuencia repite sus visitas, con la esperanza de que su ídolo, José Cruz, fundador de Real de Catorce, la banda de blues más importante en México, pronto cobre conciencia de quién es en realidad.

Un mes antes, en octubre de 2006, sonó el teléfono en casa de Georgina y Alfredo. Era José, en su voz había temor: -Hermana, me caí. Me siento muy mal. ¿Puedes venir a mi casa? Georgina salió de inmediato rumbo a Xochimilco. José no pudo abrirle, su fuerza era casi nula. Una vecina ayudó a su hermana a forzar la puerta del departamento. Lo encontraron tendido en el piso, apenas consciente. El lugar estaba muy desorganizado. Se notaba en seguida que los días previos tampoco estuvieron bien para el cantante.

José apenas podía hablar. Suplicó a su hermana que lo llevara al Centro Médico. Era el hospital donde José recibía atención periódicamente por parte de la neuróloga Angélica Carvajal. Quería que lo atendiera un médico que ya conociera su historial (nadie atinaba a descubrir su problema de salud) y eso le evitaría las pruebas de rutina.

Entre las dos mujeres sentaron a José en un sillón para ponerle sus botas. Mientras lo alistaban, Georgina pensó en lo complicado que sería conducir ella misma al hospital, así que decidió llamar a Rodrigo Farías, representante del grupo, para pedirle ayuda. Rodrigo quedó en mandarles un taxi. José estaba a punto del desmayo.

Como pudieron lo subieron al automóvil. En el camino pasaron por Rodrigo. Georgina buscaba apoyo. La comunicación entre ella y su hermano no había sido frecuente en los últimos tiempos. Se sentía sola. Sin la fuerza necesaria para cargar a José ni lo...

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