El desprecio por las regiones

AutorJavier Sicilia

Esta idea se ha potenciado en la ilusión del próximo proceso electoral. Pese a que estas elecciones serán los más grandes que haya vivido el país, pese también a que el presidente ya no tiene el control de otras épocas, nada ha acaparado más la atención que la elección presidencial.

Bajo ese imaginario, las regiones sólo parecen existir como foros -Ti-juana y Mérida- para el talk show de los presidenciables. Se cree que desde la Presidencia pueden resolverse los graves problemas que padecen las regiones y quien gane o pierda en ellas es irrelevante. De allí que ni Andrés Manuel ni Morena hayan luchado lo suficiente contra el fraude en las elecciones del Estado de México, y que Por México al Frente le haya entregado San Luis Potosí y Morelos a la peor ralea del PRD. Los presidenciables y, con ellos, buena parte de la nación, parecen pensar que en el centro del país se encuentra la salvación, y fuera de él lo premoderno, que sólo importa como un reservorio de votos para ganar la Presidencia.

Así, de la misma forma en que el centralismo y el presidencialismo continúan ocupando el imaginario social y político como el lugar privilegiado de un cambio, las regiones siguen pensándose no como formas necesarias de buenos gobiernos, sino como cacicazgos, en el sentido de autoridades ilegítimas, o cuotas de poder partidistas que no afectan la vida de la nación. Esta lógica priista dio seres como Gonzalo N. Santos en San Luis Potosí y Tomás Garrido Canabal en Tabasco.

Hoy esa práctica, al igual que la del presidencialismo, continúa. Sólo que mientras el presidencialismo se ha debilitado y funge como un cacicazgo más grande, los caciques de las regiones se volvieron capos. Es el caso de los Duarte o el de los Moreira. Nadie osa detenerlos, hasta que por azar caen en desgracia. Mientras tanto, señores de vidas y territorios, trabajan, al amparo del desprecio y del olvido del centralismo, en el control político mediante la descomposición de sus regiones. Los Gallardo, en San Luis Potosí, o Graco Ramírez en Morelos, son ejemplos de lo que ocurre en gran parte del país. Me referiré al segundo.

Graco es una figura del pasado priista. Pupilo de Echeverría, disfrazado de izquierdista, ha sido un hombre que ha utilizado las mejores causas de la izquierda para enriquecerse y ascender en la vida pública. Tabasqueño, sin convicciones políticas, pero obnubilado por el poder y el dinero, se instaló en Morelos cobijado por el PRD con la única finalidad de ser algún...

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