'Me dijo que no lo dejara morir'

A "Alfredo", quien fue privado de su libertad y encerrado en una casa de seguridad, le dejaron de pegar cuando estaba a punto de desmayarse por el dolor. Mientras le daban batazos en los pies, él pedía clemencia.

Perdió noción del tiempo, pero no de los golpes: 20 batazos. Le ataron los pies con las agujetas de sus zapatos y las manos con un mecate, luego lo dejaron boca abajo.

Al cabo de unos minutos llegó un sicario alto y lo levantó. Luego lo dejó caer de pecho y más preguntas llenaban el cuarto en el que había otras cinco personas, incluyendo dos amigos suyos.

"Queda un cierto trauma. Yo no me meto mucho en la emoción porque sé que si me clavo es pura locura y me siento incómodo. Ando tranquilo, siempre hago mi oración", narró la víctima, casi dos años después de su mala experiencia.

Cuando la tortura cesó, "Alfredo" tenía heridas en la cabeza y le dolían todos los huesos del cuerpo. No le dieron agua, pero le ofrecieron droga.

En momentos a solas, los hombres en cautiverio hicieron un plan.

"Quedamos en que el primero que se desamarrara iba a desamarrar a los otros. Quedamos en que íbamos a tratar de abrir la puerta y si agarrábamos al sicario íbamos a quitarle el 'fierro' y matarlo con su propio 'fierro', porque era la vida de nosotros la que estaba pendiendo de un hilo", dijo el afectado.

"Alfredo" fue el primero en liberarse de las ataduras. Desamarró a sus dos compañeros y a las otras tres personas que tenían cautivas en la habitación.

Tumbaron la puerta del cuarto y en la sala no había hombres de guardia. Salieron a la...

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