Disputa por la Historia

AutorAgustín Basave

La historia es por antonomasia el hábitat del simbolismo. La identidad nacional suele abrevar en la mitología, y quien se apodera de la narrativa histórica gana la aquiescencia de la nación. AMLO lo sabe. No en balde conoce bien el devenir de México, así sea en una versión en blanco y negro, y su discurso se nutre de una interpretación de nuestro pasado que lo sitúa del lado correcto de la historia. Su historiografía no admite más que dos rutas, la conservadora y la liberal, que es la suya. Pero su proyecto es una continuación sublimada, un salto cualitativo, una transformación del calado de la Independencia, la Reforma y la Revolución: Hidalgo y Morelos derrotaron al imperio, Juárez a la iglesia, Madero a la dictadura y AMLO al neoliberalismo.

Ahora bien, hay otras dos contradicciones que siguen vivas en el imaginario colectivo mexicano. Una de ellas es la de Cortés y la Malinche, a la cual aludió Octavio Paz, y la otra es la lucha de clases. En la historia de México ambas están entreveradas, y AMLO las ha subsumido en la concepción de su gesta sin reparar en sutilezas históricas: los liberales, hoy bajo su liderazgo, defienden a los indígenas y a los pobres. En torno al primer caso ha realizado otros actos simbólicos, como recibir el bastón de mando de pueblos originarios tras su toma de protesta, pedir permiso a la madre tierra para construir el tren maya y exigir disculpas al rey de España por la Conquista. Pero en el segundo caso hay un elemento novedoso e interesante. Si bien su política social ha estado más cerca del asistencialismo que del colectivismo -vía programas sociales para los desprotegidos-, un grupo de sus seguidores lo está orillando a definirse en torno a la guerrilla de la segunda mitad del siglo XX mexicano.

¿Cuál será el veredicto de AMLO? Aunque aprueba el belicismo independentista, reformista y revolucionario, defiende con vehemencia el pacifismo de su movimiento. Cabe entonces preguntar: ¿cuándo dejó de ser necesaria la violencia para cambiar a México? ¿Qué opina de la guerrilla rural de los sesenta y de la guerrilla urbana de los setenta, o de la nueva modalidad que se apareció en los noventa? No me refiero a la ausencia de "condiciones subjetivas" y a la ineficacia de esos intentos de combatir violentamente la injusticia social; me pregunto si considera legítima o ilegítima la vía armada como medio de cambio social, o en todo caso bajo qué circunstancias la justifica. El debate ya está ahí, así sea de manera...

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