Una doliente fama postmortem

AutorSamuel Máynez Champion

Empecemos, pues, con el plagiado -quien también resultaría un vil imitador- cuyo nombre será desconocido para la mayoría. Hablamos del español Sebastián de Yradier. Tal sujeto vio la luz en Lanciego, un poblado minúsculo y ramplón del País Vasco español en 1809 y de-cedió en Vitoria, también en el País Vasco, en 1865. Sobre la valía del personaje no nos detendremos demasiado, asentando únicamente que fue un músico de dudosa fama en su tiempo, que inclusive les resultó indigesto a sus propios compatriotas.

El respetado compositor y musicólogo hispano Francisco Asenjo Barbieri se expresó de él en estos términos: "Ya muerto antes de irse a la tumba, Yradier fue autor, plagiario y editor de supuestas canciones españolas que cantaba (dicen) con gracia. Fue un hombre de gran historia pero de poca vergüenza".

Y otro colega distinguido apuntó: "Más oportunista que compositor, Yradier hizo de la miseria artística su bastión de gloria y su pedestal de sobrevivencia".

Como dato curioso, el denostado músico pero hábil amante -se coló, por ejemplo, hasta la alcoba de Eugenia de Montijo, la emperatriz de Francia, merced a su puesto de preceptor musical- realizó una gira por Hispanoamérica en 1857, visitando Cuba y nuestro país sin dejar ningún rastro que valga destacar. Vino como acompañante de una cantante, la contralto italiana Marietta Alboni, a quien se dice que engatusaba con piezas líricas que fingía componer nomás para ella. Lo que nos incumbe es que se cree que en esa gira, y seguramente después de su paso por Cuba, compuso una habanera llamada El arreglito que, tres lustros después, sería copiada sin recato por Georges Bizet (1838-1875) en su celebérrima ópera Carmen (una de las más representadas en la actualidad, no obstante su candente relación con el feminicidio). Se trata, precisamente, del aria "L'amourest un oiseau rebelle" (Elamoresun pájaro rebelde), mejor conocida como la habanera de Carmen(1) (la letra original en español es distinta y no vale la pena hablar de sus méritos poéticos, puesto que no los tiene).

Ahora bien, el plagio perpetrado por Bizet puede exculparse por las angustias que atravesaba a la hora de componer su ópera postrera, no porque le faltara talento ni vena melódica. De hecho, cuando se descubrió el entuerto, Bizet se disculpó argumentando que él había creído que la melodía de Yradier era una tonada popular española de autor anónimo. Pero todo esto no es lo relevante, sino lo que vive el pobre Bizet cuando se dispone...

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