El duende de los deseos

AutorAlejandro Gutiérrez y Beatriz Pereyra

MADRID.- Lionel Messi llegó al Mundial de Brasil perseguido por las voces de quienes le reclaman una deuda con Argentina. Lo imposible que hace posible cuando viste la camiseta blaugrana del Barcelona se diluye cuando se pone la albiceleste. Era un fantasma de sí mismo. Una pálida sombra.

En su tercer Mundial La Pulga tomó color. Para llegar a la final marcó cuatro goles en seis partidos y convirtió un penalti en la semifinal contra Holanda, que no cuenta para la estadística. Los argentinos alcanzaron su primera final desde Italia 1990, cuando Messi contaba con tres años. Hoy, nadie está más cerca del Olimpo.

Los cuatro tantos de Messi representan la mitad de la cuota que Argentina anotó en su camino para enfrentar a Alemania -otra vez, como en Italia 90 y en México 86- en el séptimo juego de un Mundial.

El diez de los sudamericanos le marcó a Bosnia y Herzegovina el segundo gol con el que aseguraron el triunfo (2-1). Ante Irán, en tiempo de compensación, firmó el 1-0 final. A Nigeria le hizo dos de tres. En octavos y en cuartos de final el genio no apareció en el marcador, aunque distribuyó juego. Higuaín y Di María fueron las figuras. Mascherano merece mención aparte: si Lionel es el genio, Javier es el soldado.

Messi también llegó a Brasil acusado de caprichoso. Se filtró que, por su gusto, Carlos Tévez se quedó en casa. A cambio, el entrenador Alejandro Sabella sí convocó al Kun Agüero, querido amigo de La Pulga.

Sin energía

"Lejos del balón, Leo Messi parece un clon sin baterías del jugador electrizante que todos conocemos". Así describe al jugador del Barcelona el periodista argentino Leonardo Faccio.

En su libro Messi, el chico que siempre llegaba tarde, el autor lo perfila como un muchacho tímido y silencioso que en su vida cotidiana se la pasa echado en el sofá de su casa durmiendo y al que apenas le interesa la más impactante serie de televisión. "La lista de entretenimientos que podría comprar acaba tarde o temprano por cansarlo. La siesta parece ser un antídoto. Nadie se aburre cuando duerme", escribió Faccio.

Ese chico callado al que le cuesta un mundo comunicarse, le hizo saber al entrenador Pep Guardiola lo incómodo que se sentía en el Barcelona a través de un mensaje de texto. La anécdota la narran el periodista argentino Sebastián Fest y el francés Alexandre Juillard en el libro Misterio Messi. Los secretos del mejor jugador del mundo, al descubierto:

"Lionel Messi estaba molesto, quisquilloso. Y el que lo sufría, como...

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