Duranguenses, cercados por el narco

AutorPatricia Dávila

Durango, DGO.- El propio gobernador Jorge Herrera Caldera lo admite: “La lucha entre los grupos del crimen organizado recrudeció el clima de violencia e inseguridad en esta entidad”.

El mandatario aclara que, con excepción de esta ciudad y de algunos municipios en los que el cártel de Sinaloa mantiene un cerco que impide el avance de Los Zetas, “el resto del territorio está en plena disputa. Mientras, regiones como El Mezquital, Pueblo Nuevo, Santiago Papasquiaro y Otáez se mantienen en abierta confrontación”.

Con respecto al secuestro de Leo Valenzuela, hijo de don Polo Valenzuela –quien fue asesinado el viernes 4, días después de dar a conocer el secuestro de su hijo Leo a Proceso–, Herrera Caldera se deslinda: “La fiscalía es autónoma y la investigación sobre el caso de don Polo es su responsabilidad”.

Y aun cuando el fiscal Ramiro Ortiz asegura que se realizaron todas las diligencias para localizar a Leo, en el expediente sobre el caso no aparece ninguna constancia documental sobre dichas diligencias ni tampoco número de folio, según observó la reportera al consultar el legajo.

Lo que sí tiene son varios testimonios reveladores: que Leo fue asesinado días después de su secuestro, y que el plagio y su muerte fueron ordenados por un zeta que opera en el municipio de Nuevo Ideal.

Sobre los grupos organizados que cobran por derecho de piso y recurren a la extorsión, el gobernador comenta que esos delitos “no han pegado tan fuerte en el estado como el secuestro”, que se multiplicó en los municipios en disputa, dice.

El 8 de junio de 2008, este semanario informó que el cártel de Sinaloa, dirigido por Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, comenzó a perder fuerza en esta plaza que antaño nadie le disputaba, sobre todo en puntos estratégicos. Los Zetas y los Beltrán Leyva, aliados del cártel del Golfo, irrumpieron en la entidad los primeros meses de ese año.

El 23 de mayo, por ejemplo, varias publicaciones locales destacaron que por la carretera Durango-Zacatecas aparecieron cuatro hieleras con cabezas y extremidades humanas con dos mensajes: “Ya llegamos…”, decía uno; el otro tenía la siguiente dedicatoria: “Para los amigos del Chapo” (Proceso 1649).

Los mensajes intimidatorios se multiplicaron a partir de entonces. Los primeros días de junio de 2008 apareció uno en internet, atribuido a Los Zetas: “El ataque es inminente, la ciudad de Durango se teñirá de rojo con la sangre de sus hijos, cientos de cabezas van a rodar. ¡Ahora sí nos van a temer!”. Su difusión llegó hasta las rancherías más alejadas. Los duranguenses se aterrorizaron; el miedo a flor de piel.

Pueblos quemados, ataques a comandancias de policía, policías asesinados, secuestros, ejecuciones, enfrentamientos armados… Se perdió el límite. La violencia se extendió sobre todo a los municipios colindantes con Zacatecas, entre ellos Vicente Guerrero, Poanas, Nombre de Dios y Guadalupe Victoria.

De esa zona, Los Zetas se desplazaron a los municipios productores de enervantes, como Santiago Papasquiaro, Otáez o Pueblo Nuevo, umbral del corazón del Triángulo Dorado del Narcotráfico, comprendido por Canelas, Tamazula y Topia, dominados entonces por Nacho...

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