Economía y vicios públicos

AutorJavier Sicilia

Esta forma del mercado (que los propios griegos, como lo muestra Aristóteles, veían con desconfianza porque desborda los límites, el justo medio, donde la vida florece, y que Marx retomaría en El capital para condenarla con un verso de Virgilio: auri, sacra, fames -"maldita sed del oro"-) se volvió "la forma esencial -dice Hegel-del mundo moderno". No hay lugar, por más sagrado que sea -amor, religión, política, ámbito familiar-, que la economía no haya corrompido.

Su poder nació con el capitalismo, pero en la lógica de los primeros economistas, como un sustituto de lo sagrado que, con el surgimiento de la crítica racionalista, entró en crisis.

Frente a la ausencia de una contención mediante el temor de Dios, la economía surgió -según el historiador de la economía Albert Hirshman- como un remedio a las pasiones que llevan a los seres humanos a la discordia y a la destrucción mutua. La indiferencia recíproca y el egoísmo privado fueron los remedios que los economistas imaginaron para evitar el contagio de las pasiones violentas, una manera de canalizarlas en función del progreso o, para decirlo con Adam Smith: movidos por "intereses egoístas" y animados por "el amor de sí" (self-love) los seres humanos engendrarían, como llevados por "una mano invisible", la prosperidad social y la armonía colectiva.

Como lo sabían los griegos y lo miró Marx, la economía engendra en realidad su contrario. Ese nuevo dios invertido, llamado dinero, que semejante a Dios, pone en relación todo, se volvió una fuente de violencia atroz, una forma de explotación brutal de seres humanos, pueblos y medio ambiente.

Hoy, la economía, la sed de todo aquello -dice Smith definiéndola- que deseamos de otro, ha agregado formas terribles de destrucción y sometimiento, no previstas ni por los griegos ni por Marx: el odio, el resentimiento, el asesinato, la desaparición, el secuestro, la corrupción y las especulaciones financieras de todo tipo. El mundo se volvió una pura realidad instrumental cuya función es maximizar el dinero y el consumo. Con él se compra todo, desde objetos inanimados hasta conciencias, seres humanos y vidas. No hay contención posible para un dios arrogante cuya función es alimentar el "egoísmo", "el amor de sí" y el deseo que quiere satisfacerlos no sólo con las producciones que mediante la industria y la tecnología produce, sino con los seres vivos que su mismo poder transforma en mercancías.

Como en el mundo sagrado antes de ella, la economía -dice el...

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