Édgar Elías Azar, por fin imputable

AutorRicardo Raphael

Tres años después nos enteramos de que este exfuncionario público cuenta con un patrimonio inmobiliario cuyas rentas anuales rondan los 78 millones de pesos: ahora sí conocimos las verdaderas razones que motivaron aquel amparo.

Édgar Elías Azar no quería que se hiciera público cuán millonario se volvió durante los 38 años en que fungió como funcionario.

El expresidente del Tribunal Superior de la capital comenzó su vida profesional como intendente -sacudiendo libros en una biblioteca, según sus propias palabras-; fue mecanógrafo, archivista, taquígrafo y un día logró hacerse juez de paz.

Sus bisabuelos fueron sirios y sus abuelos libaneses; el padre nació en un barco y él creció en la ciudad de Acapulco. Es descendiente de migrantes que llegaron con una mano atrás y otra adelante, así que no puede presumir haber recibido su millonaria riqueza por vía heredada.

Tampoco hay nada en su currícula que lleve a suponer una actividad empresarial capaz de proporcionarle tal patrimonio. La robusta masa financiera que ostenta no la obtuvo vendiendo alfombras persas, importando vino francés ni montando una fábrica de pantallas planas.

El origen de su riqueza fueron las conexiones personales que le entregó la diosa fortuna: Édgar Elías Azar tuvo como compañero de clase a un político que llegó a ser enormemente poderoso durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, José Francisco Ruiz Massieu, el influyente excuñado que murió asesinado a plena luz del día.

No podría explicarse la exitosísima carrera del exmagistrado sin este dato biográfico fundamental. Cuando Ruiz Massieu fue gobernador de Guerrero, Elías Azar ocupó la cartera de secretario de Finanzas. Por aquellos años Acapulco vio pasar inversiones inmobiliarias muy grandes, sobre todo en la zona conocida como Punta Diamante.

Con la muerte de su amigo y mentor, Elías Azar regresó a la carrera judicial, obtuvo un puesto como juez civil, luego como magistrado del TSJDF y finalmente, en 2008, se hizo de la presidencia de ese órgano, a la cuál se aferró durante casi una década. En tono de broma sus colegas lo llamaban el Porfirio Díaz del Poder Judicial.

Durante su mandato, este Tribunal padeció una severa crisis de legitimidad. Los rumores fueron creciendo y decían que ahí dentro la justicia se vendía al mejor postor porque los jueces perdieron autonomía, ya que, desde la presidencia, Elías instruía el sentido que debía darse a las sentencias.

Suman muchas decenas las víctimas de su presunto...

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