El ejemplo luminoso de Óscar Castro

AutorAriel Dorfman

De hecho, son pocos los artistas que produjeron, como lo hizo Óscar, obras que exaltan de una manera tan obstinada el triunfo de la vida sobre la desesperanza, no sólo a lo largo de una prolífica carrera en el teatro, sino especialmente durante los muchos meses que pasó como prisionero político en los campos de concentración del general Augusto Pinochet.

Es una historia extraordinaria.

Cuando los militares derrocaron al gobierno democráticamente elegido del socialista Salvador Allende en septiembre de 1973, instalando un reinado de terror, múltiples figuras culturales chilenas, entre las que me incluyo, optaron por el exilio. Mi amigo Óscar decidió quedarse en el país y poner a prueba los límites de la feroz censura del régimen.

Y, en efecto, poco más de un año después del golpe, el 14 de octubre de 1974, Óscar y su compañía, El Aleph, estrenaron Al principio existía la vida, una obra que reunía textos de la Biblia, Don Quijote, El principito. Un material presumiblemente inocuo si no hubiera sido por dos escenas. En una, un capitán naufraga junto a su barco prometiendo que llegarían días mejores. Y en la escena final de la obra, un profeta promete que sus palabras de esperanza y coraje lo sobrevivirían, habrán de continuar más allá de la muerte. Óscar confió en que el público entendería las referencias alegóricas a Salvador Allende, quien había muerto en el palacio presidencial de La Moneda defendiendo la democracia. También apostó a que la policía secreta sería menos perspicaz.

Tenía razón sobre el público que acudió al programa en manadas y se equivocó respecto a la policía secreta. Un mes después del estreno vinieron por él y su hermana, la actriz Marietta Castro. Fueron interrogados, torturados, amenazados de ejecución. Algo peor, sin embargo, les esperaba. Unas semanas más tarde, su madre, Julieta Ramírez y el esposo de Marietta, Juan Macleod (también miembro de la compañía), fueron apresados cuando visitaban a sus familiares detenidos. Hoy tanto Julieta como Juan todavía están, como otros chilenos, desaparecidos, todavía sin sepultura.

No quiso Óscar Castro que esa terrible tragedia, fruto de su amor por el arte y la libertad de expresión, amortiguase su creatividad. Durante dos años en varios centros de detención de Chile trabajó con sus compañeros prisioneros para montar obras de teatro, algunas de autores conocidos, como Sófocles (Antígona), Brecht (El juicio de Lúculo) y Albee (Historia del zoológico), pero sobre todo obras que el...

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