Elogio de las series

AutorFabrizio Mejía Madrid

En algún momento de los sesenta se pensó que la frase de Hegel dedicada al periódico -"la oración matinal del hombre moderno"- podía heredársele a la televisión, pero en muy pocas décadas las series volverían a cambiar la forma en que nos contamos historias con imágenes. De entrada, la posibilidad de verlas en cualquier horario, de regresarle, de detenerle, de no tener que soportar los cortes comerciales, las aleja de lo que se entendió por televisión durante la segunda mitad del siglo XX. Al menos en México, desde 1958 cuando se transmite Senda prohibida, de Fernanda Villeli, las telenovelas son lo que se ve "porque está en la tele".

Las telenovelas que repiten el mismo esquema "narrativo": A ama a B, quien ama a C. D odia a A y se alia con E para que A nunca sea feliz. D se quedará ciega, rodará, embarazada, por una escalera o terminará junto con E en un accidente automovilístico. Hay sólo dos actitudes ante la telenovela. La primera es la inevitabili-dad de mirarla en una esfera que se cierra sobre su monopolio. La segunda es el olvido. Si uno memorizó de niño "La Cenicen-ta", sabe de qué van todas las telenovelas posibles. Carlos Monsiváis resalta, además, un componente familiar: ver las desventuras de otra familia que, no obstante que habita en un castillo de mármol, contiene todas las envidias, avaricias y golpes bajos de los que nunca serían capaces los espectadores. Pero tan pronto como termina la boda del desenlace, se borra para dejar paso a otra. Es tan repetitiva su historia que, a falta de opciones, la audiencia cree que una telenovela es mejor que otra porque alguien usa un parche o un guante de hierro, o porque está filmada en otra playa, otra finca, otra ciudad. Lo cierto es que la telenovela es algo que está ahí para no ser realmente visto.

En la base de la telenovela está, por supuesto, lo contrario de las series: el melodrama. No existen personajes sino encarnaciones del bien y del mal. Si algo tienen las series es que permiten a los escritores y actores desarrollar matices psicosociológicos y establecer líneas de motivación para sus acciones y decisiones llenas de sutilezas. Piénsese en un personaje como Tony Soprano, que hace que, como en la experiencia cotidiana, convivan la vulnerabilidad con la violencia que nos aterroriza, con la repulsión hacia sus apetitos y un toque de dulzura. No así la telenovela, cuya carencia de personajes se suple con que tengan varios nombres y apellidos compuestos y cuyas motivaciones...

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