El empresario ante el 2020: ser empresario es ejercitar la esperanza

Fecha de publicación13 Diciembre 2019
AutorXavier Ginebra Serrabou

En momentos en que la incertidumbre se cierne todavía más con la duda acerca de la ratificación del T-MEC en 2020, como tenían previsto muchas empresas, vamos a hacer unas reflexiones en torno a la figura del empresario, precisamente desde la óptima de la necesidad de que éste cuente con esperanza, lo cual forma parte de su esencia, siguiendo otra vez a Leonardo Polo, autor al que nos hemos estado refiriendo en últimas colaboraciones.

¿Puede ser el empresario considerar que su misión es la voluntad de poder, o más modestamente exclusivamente el éxito económico? ¿Puede considerar que sus únicos recursos son los suyos, en momentos en que el país le pide que sea más solidario hacia los demás? ¿Es correcto -a pesar de las leyes de competencia que existen en nuestro país que todos los demás son sus adversarios? Este pseudoempresario se vuelve un ser peninsular, rodeado por nadie por todas partes menos por una: él mismo. Nihilismo puro.

¿Podría ser esa la imagen del empresario? ¿Puede un empresario ser así? No. Un empresario es un hombre que existe en la esperanza. Es empresario en la medida en que acepta todos los elementos que hacen de la empresa una misión, una tarea, un proyecto. De lo contrario es un puro especulador o un capitalista a la antigua (Aquí convendría un examen de conciencia: ¿Qué les faltó a los empresarios mexicanos que se manifestó en parte en un desdén por su figura en las elecciones de 2018?). ¿Un empresario puede ser individualista? Si así lo es, su voluntad se abre a la auténtica nada. ¿Por qué se funda una empresa? Por propia iniciativa. Pero el propósito de crearla es nihilista si no busca el acuerdo con la voluntad de otros.

Si no me ha hecho nadie, si no le debo nada a nadie, tampoco nadie me ha encargado un proyecto. Si no existe la contestación a mi actuación, el empresario no sabe a qué atenerse en última instancia, pues carece del criterio crítico de ante quién responde. Momentos de preguntarse la responsabilidad social como esencia del empresario y no como adorno estético o táctica publicitaria.

Eso no quiere decir que la empresa no debe perseguir un beneficio económico. De otro modo, sería absurdo. El empresario no convoca mano de obra extraña. Sus recursos no son sólo -como pretende la Escuela Austríaca y en libros panfletarios Luis Pazos- la propia astucia, el propio cálculo. ¿En quién debe confiar? ¿En nadie? Los otros, meros imputs, son la mano de obra, los competidores y el Estado, que ahora además...

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