El encierro que libera a los presos en México

AutorAnne Marie Mergier

PARÍS.- "Al salir de mi oficina en Polanco fui detenido por cuatro agentes judiciales que me subieron a un coche y me llevaron al búnker de la Procuraduría General de Justicia (del Distrito Federal)". A las 14:00 horas del 13 de julio de 2012 la vida de Jorge Cueto-Felgueroso dio un vuelco.

"Su obligación era presentarme ante las autoridades competentes y hacer oficial mi detención, pero ni siquiera me bajaron del coche. Sólo me tuvieron esperando afuera del edificio. Nunca entré a la PGJ", narra.

No supo qué trámite hicieron los judiciales en la PGJDF ni si hicieron alguno. Al cabo de un largo tiempo lo llevaron a la delegación Iztapalapa, donde pasó horas encerrado e incomunicado en un separo. "A las once de la noche dos policías judiciales de Jalisco me subieron a un coche y me llevaron a Guadalajara", recuerda en entrevista. "Viajé con las manos amarradas con una cinta de plástico. Llegamos a las cuatro de la madrugada del 14 de julio."

Ese dinámico y próspero empresario español de 45 años se aterró tanto que por momentos creyó que estaba alucinando, pensó que iba a despertar y reírse de su espanto. Pero estaba despierto y siguió su viacrucis.

En la Fiscalía General de Jalisco me encerraron luego luego en los famosos 'refrigeradores' junto con otros detenidos recién arrestados como yo.

-¿Refrigeradores?

-Son unos separos pintados de blanco en los que el aire acondicionado está prendido al máximo. Nos dejaron unas ocho horas allí, congelándonos, mientras decidían qué hacían con nosotros... Fue terrible, pero lo más insoportable para mí fue oír los alaridos de los detenidos que torturaban en separos cercanos.

Sólo al salir de los refrigeradores Cueto-Felgueroso pudo comunicarse con su familia y saber el motivo de su detención.

"Supe que una juez de Guadalajara había girado una orden de aprehensión contra todos los empleados de la rama mexicana de la compañía financiera estadunidense ArgentTrading International, a raíz de la demanda de uno de sus clientes, un empresario jalisciense."

-¿Qué tenía usted que ver con eso?

-Todo fue consecuencia de un enredo judicial inverosímil, fruto de la corrupción que impera en México. Pasé 11 meses en Puente Grande, ese centro penitenciario de siniestra fama, uno de los peores del país, antes de poder someter mi caso al Tribunal Superior de Justicia del Estado de Jalisco y comprobar mi inocencia. Allí me percaté de una realidad que rebasa la imaginación.Toqué fondo. Pero con todo y todo, si volviera a vivir mi vida para nada me brincaría esa etapa de Puente Grande. Cambió mi postura ante la vida y mi jerarquía de valores.

-¿Tanto así?

-Por supuesto. No tenía idea de lo que es el mundo carcelario. Casi nadie lo conoce. Las películas o los reportajes que tratan del tema distan de reflejar la realidad. Lo que más me estremeció fue descubrir el callejón sin salida en el que miles de presos jóvenes quedan entrampados. Caen por robo o delitos menores no ligados a la delincuencia organizada. Pasan unos años en la cárcel y salen estigmatizados, sin perspectiva alguna: no consiguen trabajo y en muchos casos sus familias les dan la espalda. Entonces, lógicamente vuelven a delinquir o se enrolan en el narco. No les queda de otra. Eso me indignó más allá de lo que le pueda expresar.

-¿No estaba enterado de esa situación?

-No estaba consciente de la amplitud del problema. Saqué cuentas. En México se calcula que la población carcelaria es de alrededor de 200 mil personas, 70% de las cuales tiene entre 18 y 29 años. Estamos hablando de 140 mil jóvenes sin futuro, condenados a seguir viviendo del crimen. No puede ser. Decidí enfrentar esa problemática a mi escala y a mi manera. Y esa decisión cambió el rumbo de mi vida.

"Pagué 50 pesos para ir a Beverly Hills"

Por muy surrealista que parezca, no es en la quietud de un discreto café parisino que Cueto-Felgueroso acepta hablar con la corresponsal, sino en medio de la agitación febril de Who's Next, la feria internacional de moda más importante de Europa que se celebra en París dos veces al año.

Cita ineludible de los protagonistas de la moda, ese salón exclusivo acoge durante cuatro días a mil 500 exponentes y 50 mil visitantes -todos profesionales- del mundo entero. Ser seleccionado para participar en Who's Next es una proeza que logró Prison Art, la empresa social que creó en agosto de 2013 al salir del reclusorio de Puente Grande.

El puesto de exposición de Prison Art no se parece a ningún otro. Llama la atención la estética insólita de la cuarentena de bolsas exhibidas. Son de distintos tamaños, formas y colores, pero todas están adornadas con motivos de tatuajes carcelarios, entre los que sobresalen calaveras, rostros femeninos "góticos" y un amplio bestiario, tanto realista como...

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