Encuentro-desencuentro Picasso-Giacometti

AutorAnne Marie Mergier

PARÍS.- La cámara va y viene del rostro del músico Igor Stravinski al del pintor-escultor Alberto Giacometti; de ahí a la mano de éste, que esboza el retrato de su modelo; regresa a la cara y vuelve pronto a la mano ágil, para finalmente alejarse un poco dejando ver a los artistas sentados uno frente al otro.

Están en el taller de Giacometti. Relajado, Stravinski posa y platica. Concentrado, aquel dibuja y sólo contesta a su interlocutor después de unos segundos de silencio.

La calidad del sonido deja bastante que desear, sin embargo se logra oír al compositor de El pájaro de fuego cuando alude a la amistad del dibujante con Pablo Picasso.

Es perceptible la duda del escultor, quien acaba diciendo:

-Bueno... usted sabe... la amistad con Picasso... pues...

Y en tono más bajo, casi confidencial, añade: -El me asombra... me asombra como un monstruo...

-Picasso podría sentirse ofendido -replica Stravinski.

-De ninguna manera -insiste Giacometti-, Picasso sabe muy bien que es un monstruo.

Esa conversación inaudita fue filmada en 1957, seis años después de la ruptura de los lazos amistosos que unieron a Alberto Giacometti y Pablo Picasso a lo largo de dos décadas.

El Museo Picasso de París los reconcilia en la muestra titulada Picasso-Giacometti, diálogo entre dos Maestros (4 de octubre 2016-5 de febrero 2017), que revela aspectos poco conocidos de su amistad y arroja luz sobre el interés que cada uno manifestaba para el trabajo, las búsquedas y las reflexiones artísticas del otro.

"Giacometti no da a 'monstruo' la connotación peyorativa que le atribuye Stravinski, para él ese término tiene otra dimensión", confía a la corresponsal Catherine Grenier, directora de la Fundación Giacometti y curadora de la exposición. De hecho, la radicalidad misma de las opciones de vida de Giacometti, su negativa categórica a asumir la posición del artista exitoso y luego su irreductibilidad a los movimientos artísticos dominantes lo convierten también en "monstruo", es decir, en artista y hombre fuera de las normas.

En realidad -precisa-, estos dos seres fuera de las normas y profundamente diferentes 'se atraen' y 'se sorprenden' el uno al otro como 'monstruos' hasta entablar una amistad imposible.

Veinte años separan a estos dos inmensos artistas del siglo XX. El 24 de junio de 1901 Pablo Picasso inaugura su primera exposición en París, en la galería Ambroi-se Vollard, unos días antes de su vigésimo cumpleaños. Cuatro meses más tarde, el 10 de octubre, nace Alberto Giacometti en Borgonovo, centro histórico de Stampa, una pequeña ciudad de la Suiza italiana.

En 1922 Picasso ya goza de fama internacional cuando Giacometti llega a París y se inscribe en la Académie des Arts de la Grande Chaumiére.

En una carta a su padre fechada en 1924 el joven suizo cuenta:

Hace poco visité una exposición de Picasso que me gustó mucho. Hay seis o siete grandes figuras sentadas, dos o tres saltimbanquis y retratos de mujeres. Son muy claros y sencillos, muy bien dibujados. (...) Son las mejores cosas modernas que he visto en París hasta la fecha.

Un año más tarde, en otra carta a su padre, Giacometti se nota impresionado, casi aturdido, por las audacias de los movimientos vanguardistas que sacuden la Ciudad Luz:

Aquí uno ve...

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