El engaño presidencial

AutorElisur Arteaga Nava

El golpe militarista fue la reforma a la Constitución Política publicada el 26 de marzo de 2019; por virtud de ella desapareció la Guardia Nacional como institución netamente civilista, que fue prevista para ser un contrapeso al Ejército y un freno a sus excesos.

Los actuales gobernantes, sin conocer los objetivos que llevaron a incorporar la Guardia a la Carta Magna, cambiaron su naturaleza y desvirtuaron su función. No fueron capaces de hacerla realidad; tampoco les alcanzó la inteligencia para fortalecer a las policías federal y locales.

Ahora algunos legisladores del Congreso de la Unión, sobre todo los de la oposición, se quejan de la militarización a la que nos ha llevado la actual administración pública federal, pero no reconocen que ellos son corresponsables de ese estado de cosas y de la destrucción de las instituciones civilistas.

Fueron ellos y no nosotros, los ciudadanos, quienes de manera irresponsable aprobaron, entre otros, el artículo quinto transitorio de la reforma a la Constitución Política publicada en el Diario Oficial de la Federación el 26 de marzo de 2019, que dio fundamento al decreto que ahora cuestionan. Los actuales diputados y senadores aprobaron, sin leer o sin saber lo que hacían, el siguiente texto:

"Durante los cinco años siguientes a la entrada en vigor del presente Decreto, en tanto la Guardia Nacional desarrolla su estructura, capacidades e implemen-tación territorial, el presidente de la República podrá disponer de la Fuerza Armada permanente en tareas de seguridad pública de manera extraordinaria, regulada, fiscalizada, subordinada y complementaria.

"El Ejecutivo federal incluirá un apartado sobre el uso de la facultad anterior en la presentación del informe a que hace referencia la fracción IV del artículo 76."

Si no leyeron lo que aprobaron, malo; si lo leyeron y no supieron de lo que se trataba, peor. No tienen por qué estar en el lugar en que se hallan y por el que perciben dietas muy superiores al salario mínimo que recibe el grueso de la población.

Los diputados a los congresos estatales dan lástima; los pobres, desde hace más de 150 años, se han convertido en una instancia confirmatoria de lo que les mandan del centro; no estudian; mucho menos cuestionan lo que se les envía como reformas a la Constitución. Aprueban a lo tonto, para decirlo suavemente.

Seremos unos pecadores irredentos, merecedores del fuego eterno (si es que existe) si en las elecciones venideras damos nuestro voto a favor de...

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