Los enigmas del mal

AutorEnrique Maza

1 El diablo

Cuenta el Evangelio de Marcos que Jesús fue a la sinagoga de Cafarnaún y se puso a enseñar. Estaba ahí un hombre poseído por un espíritu impuro, que se puso a gritar:

-¿Quién te mete a ti en esto, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el consagrado por Dios.

Jesús le respondió:

-Cállate la boca y sal de este hombre.

El espíritu inmundo se retorció y salió del hombre dando de alaridos.

Las parábolas bíblicas son relatos inventados y, sin embargo, son verdaderos. Nunca han sucedido y, sin embargo, suceden todos los días. La parábola del hijo prodigo nunca sucedió, pero pasa con frecuencia en la vida real que un hijo descarriado vuelva al amor de su padre. Las parábolas no refieren hechos históricos, pero cuentan historias verdaderas.

El género parabólico es muy común en la Biblia. Los escritores bíblicos no tenían mentalidad de historiadores modernos occidentales. Eran hombres de una época primitiva -sabios y profundos- y eran orientales. Muchos vivieron siglos antes de Cristo. Se alejan de nosotros de 20 a 30 siglos posiblemente. Su estilo no era histórico. Aun los libros llamados históricos, en los que narra la Biblia la historia -o historias- de Israel, como los libros de Josué, de Samuel, de los Reyes, de las Crónicas, de Esdras y Nehemías, de los Macabeos, no se fijan tanto en la historia, ni le dan importancia en sí, destacan más bien los fundamentos de la identidad del pueblo de Israel y cómo se ha mantenido o recuperado o confirmado; destacan la teología de la historia, es decir, las relaciones de Dios con Israel y de Israel con Dios, las vueltas y revueltas de esas relaciones, el amor gratuito de Dios a los hombres, la historia de la fidelidad de Dios y de la infidelidad humana, la historia de la salvación.

La misma historia le sirve a la Biblia como trampolín para una reflexión sobre el mal y el pecado, sobre el sufrimiento y la muerte, sobre el misterio de Dios y del hombre, sobre la condición humana y sobre el sentido del hombre en el mundo. Por eso, su estilo es fundamentalmente sapiencial, y se expresa en poesías, en proverbios, en reflexiones de sabiduría, en confrontaciones proféticas o en narraciones acomodadas a sus fines didácticos, más o menos fundamentadas en la realidad. Así son los libros de Job, de Judit, de Esther, de Ruth, de Tobías. No narran hechos históricos, sino historias verdaderas que enseñan una lección y que hacen reflexionar.

Así es el relato de la creación y del pecado...

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