Entregas en caliente

Ginés San Germán está nervioso. La idea de hacerse una vasectomía no es grata para un hombre, pues supone que ya no podrá engendrar hijos y, en alguna medida, puede parecer un atentado a su virilidad; aunque sabemos bien que no es así. Si está en la clínica es porque ya tiene cuatro hijos y su esposa sigue estando buenísima. Así que una noche sí y otra también, cuando por fin se han dormido los críos, ella se aparece con un camisón transparente y se monta sobre él. A Ginés le encanta el bamboleo de sus tetas, la firmeza de sus piernas y esos apretones que le da mientras le agarra las nalgas. Así, cada noche. No se puede quejar, aunque, para ser sincero, a él le gustaría probar nuevas posiciones y otras experiencias, pero la vez que acercó un dedo al ano de su mujer ella se paró de golpe, dejó de cabalgarlo, le dijo que eso era de pervertidos y no follaron durante casi un mes. Así que tiene que conformarse con ver películas porno e imaginarse lo que se siente que le chupen a uno el miembro.

Varios amigos lo animaron. Le dijeron que el procedimiento era sencillo y que ni siquiera se requería bisturí. Tras una serie de preguntas, la doctora lo hizo pasar a una sala con una camilla bastante incómoda. Sobre él, colgaba una lámpara como de dentista. Le pidió que se bajara el pantalón y la ropa interior. Ginés sabía que ahora venía lo bueno. Si sus amigos fueron sinceros, una enfermera le pegaría el pene contra el abdomen con una cinta adhesiva. Así sucedió. Luego lo rasurarían con una máquina como de peluquero. Ginés era miedoso. No soportaba mucho el dolor y temía que la piel de su escroto fuera pellizcada por la maquinilla. Eso no pasó. La enfermera salió y él alcanzó a...

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