Entregas en caliente / El alivio de Jones

Antes de salir del costal, Rebeca estaba segura que encontraría desnudos a sus seis secuestradores chinos listos para otra sesión multiorgásmica todos juntos. Su secuestro se le antojaba como una prueba intensa para corroborar las teorías sobre el síndrome de Estocolmo y el comportamiento de los machos alfa. ¿Con cuál de los secuestradores iba a follar más? ¿Quién terminaría venciendo a sus colegas para quedarse con su cuerpo en exclusiva? ¿A quién prefería ella? ¿Cuál de todos le atraía más? El de los chacos, no le cabía la menor duda. Había sabido estimularlos muy bien dentro de ella. ¿Se enamoraría antes de que su marido Rómulo Arancio pagara su rescate? Tenía la ilusión; hacía mucho tiempo que no se enamoraba y ya se le antojaba aunque fuera de una manera tan perversa y retorcida. Olfateó su propio cuerpo embadurnado con las secreciones de los seis chinos y se excitó. Estaba lista para otro encuentro con ellos.

La excitación y las ilusiones de Rebeca se disiparon cuando escuchó, todavía dentro del costal, los gemidos de otra mujer y los alaridos de dolor de un hombre. Le dio flojera pensar que tendría que compartir a sus chinos y no dirigir ella las sesiones sadomasoquistas. Cuando salió del costal, se quedó pasmada al descubrir que el de los alaridos era Paco Jones.

Susana Chang no pudo resistir encajarse otra vez en la erección del mensajero, por más que el anillo de Ganesha estrangulara el miembro de Paco provocándole dolores intensos; por más que Jones le rogara que ya no podía más.

Rebeca se sorprendió también con la actitud sumisa de sus secuestradores quienes rodeaban a su jefa dispuestos a acatar sus órdenes.

-¡Qué bueno que ya llegaste! -le dijo Susana a Rebeca fingiendo amabilidad sin poder...

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