Entregas en caliente / Como canto de sirenas

-No se muevan- uno de los hombres de Saschenka, la amante despechada de Olga, les ordena a Paco Jones y a la rusa. Después los empuja al interior del vagón.

A través de los agujeros de la capucha, Paco alcanza a observar unos ojos severos y rasgados. El hombre, armado con cananas de balas y una metralleta Kalashnikov, no se anda con juegos.

Dentro del vagón, Jones comienza a reparar en los múltiples detalles que con el escándalo de los atracadores no había podido observar.

Minutos antes, tanto él como Olga habían quedado boquiabiertos con la belleza pura e irracional de Rebeca, pero ese momento de embeleso y admiración extasiada fue interrumpido por la llegada de los asaltantes al vagón.

Ahora que están confinados, la felicidad del mensajero se nubla en el momento en que presta atención a los detalles.

El plácido sueño incrementa la hermosura de Rebeca y la fealdad de Ricky. Se han bebido dos botellas de vodka que ruedan vacías de un lado a otro del piso con cada giro de la locomotora.

Olga se da cuenta que tanto ella como Paco están prendados de la misma mujer. Amor a primera vista, lo llamaría ella, sin embargo, no entiende porqué mientras ella se excita con los senos que se desbordan por la blusa de la mexicana, Jones se enfurece. Tampoco comprende porqué mientras ella se humedece observando los muslos y la entrepierna de Rebeca que se asoma detrás de una falda recogida y alborotada, Paco sufre un ataque de rabia. Las piernas de Rebeca están cruzadas con las de Ricky. Sin saber que sus amigos se emborracharon hablando con añoranza sobre él, para el mensajero lo que está viendo es una clara evidencia de que se acaban de revolcar. Muere de celos. Se siente traicionado.

Olga no puede contenerse más y se hinca frente a Rebeca. No le importan los espesos vapores...

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