Entregas en caliente / Dolor en su mirada

Paco Jones y Rebeca salen corriendo como poseídos en cuanto el monje les dice que tiene una nueva misión para ellos. Están hartos de no poder consumar su amor. Nunca se ha visto que dos personas con tanto deseo sexual hayan demorado tanto en satisfacerse.

Por eso corren entre los pasadizos del fumadero de opio. Por eso comienzan a besarse sobre uno de los camastros para soñar, por eso pronto se arrancan la ropa. Jones se siente más allá de los sueños. No le importa haber follado con una diosa hace apenas unas horas, ni tener encima alguno de los efectos de la droga que se escapa en forma de humo. Descubre que no hay placer más grande que meter la lengua en la boca de Rebeca mientras ella hace contorsiones para liberarse de su pantalón. Entonces sí hay placer más grande, descubre Paco, cuando con las manos toma las nalgas de Rebeca y comienza a acariciarlas con fuerza. Un impulso lo obliga a darle una nalgada. Rebeca grita de placer. Casi no pueden esperar a la penetración, pero saben que el mejor sexo es el que se toma su tiempo.

Paco siente la mano de Rebeca en su erección. Ella la desliza un poco, descubriendo todo el poderío del mensajero. Luego el desengaño se vuelve a instalar en Paco porque, ahora, descubre un nuevo nivel de placer. Y es que Rebeca juguetea con sus testículos, estira la piel que los cubre, desplaza los dedos alrededor de ellos.

Ni Paco ni Rebeca pueden aguantar más. Ya habrá otras sesiones en las que se tomen su tiempo. Ahora lo importante es hacerlo ya, piensa Paco con la cara metida entre las monumentales tetas de Rebeca.

Pero cuando Rebeca está por sentarse en la erección de Paco, entran corriendo Ricky y Natasha, su novia rusa que ha llegado buscando al taxista.

-Tenemos que pelarnos -grita Ricky jalando a Rebeca...

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