Entregas en caliente / La ex hacienda

Los cuatro extranjeros, bajo los efectos del peyote, corren huyendo de la momia de Maximiliano de Habsburgo quien penetró salvajemente a Hermann, su descendiente.

Ahora observan cómo la gente, al cruzar el arco en ruinas donde antaño se encontraba el portón de una antigua hacienda, se olvida por completo del frío de la noche del desierto; se quita la ropa y se despoja de todo tipo de abrigo; se reconforta por el calor que genera un enorme fuego que resplandece; se deja llevar por la energía sexual que se intensifica conforme se aproxima uno al origen del fuego.

La gente camina por el zaguán seducida por los cuerpos exuberantes de todos los demás. Están dominados por el ritmo de una música que se desliza con el viento y que los hace contraer y relajar los músculos como si ya estuvieran follando. Las mujeres se acarician sus propios senos mientras se arquean de placer. Los hombres buscan afanosos donde meter sus enormes erecciones.

Todos son conducidos hasta el inicio del acueducto donde una madame con unos enormes labios como dos tetas, se apodera con la boca de las erecciones de los hombres y de una bocanada los ordeña con un solo movimiento para después escupir el semen en el canal del acueducto. Sin dejar de estimularse el clítoris, las mujeres abren las piernas echando para adelante sus vulvas y la madame, de un solo lengüetazo, las hace chorrearse expulsando un flujo vaginal que ellas mismas dirigen al canal del acueducto. Esto, se podría decir, es la cuota de entrada para participar de la gran orgía.

Los fluidos se aderezan con moluscos, canela, escroto de conejo, yohimbina, polvo de cuerno de rinoceronte, maca, extracto de pene de tigre, cacao, semen de ballena y ginkgo...

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