Entregas en caliente / Inmunidad

La adrenalina de ir montada en la erección de un piloto al que le negaron permiso para aterrizar, mezclada con el riesgo a contagiarse de un virus con proporciones letales y el peligro de que una azafata conduzca por primera vez un avión, han hecho que Rebeca disfrute más que nunca la follada.

Los pasajeros y la tripulación piensan que de todas formas morirán. Ya desde antes de que el piloto hundiera su rostro entre las tetas de la pelirroja, vieron a Rebeca desnuda caminar por el pasillo y decidieron salir de su depresión acariciándose los muslos, quitándose los tapabocas y hurgando entre las piernas.

Olvidaron apagar el micrófono de la cabina y los gemidos se escuchaban por las bocinas, lo mismo que la negación de aterrizaje. Eso alarmó a los pasajeros, más cuando sintieron los primeros tumbos que dio el avión, pero al final el deseo venció a la angustia.

Algunos se arrodillaron y arrancaron con los dientes las bragas para morir con sus lenguas acariciando un clítoris; algunas se inclinaron para meterse las erecciones a la boca. Muchos se tendieron sobre los asientos y el pasillo a intercambiar tosidos y fluidos.

Después del aterrizaje en la carretera, cuando los soldados entraron al avión, Rebeca seguía meneándose sobre la erección buscando su tercer orgasmo y el piloto se había abstraído con las tetas de la pelirroja como si no existiera más nada. Por eso es que no entendían cómo las pruebas realizadas a la mexicana eran negativas y libres de contagio. Era la única que no contagiada.

-¿Es usted honesta? -le preguntó Zhao Wu, el médico militar en el cuartel dónde había sido confinada.

Ella asintió consciente de que había abordado el avión robando una identificación.

-¿Es usted pobre?

Rebeca no entendía la dirección de las preguntas. No estaba al tanto de...

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