Entregas en caliente / Intercambio de sabiduría

Rebeca y Natasha miran con suspicacia a Ichimaru. Ella es la geisha principal en la isla de los hombres armadillos, el lugar a donde las amigas han ido a parar tras un nuevo naufragio. A todos los habitantes de la isla ya les ha quedado claro que no son diosas ni nada parecido aunque tienen el cuerpo de la más poderosa de las deidades. El asunto es que las querían matar. Si los hombres que habitan esa isla no lo han hecho es justo porque Ichimaru las ha rescatado.

-Las llevaré conmigo -dice-: les voy a enseñar las artes del sexo y la sensualidad.

De ahí la suspicacia de Rebeca y Natasha. No hay nada que un par de mujeres japonesas que han vivido en una isla toda su vida pueda enseñarle a ellas dos. Si de experiencia sexual se trata, pocas tienen el bagaje cultural que la rusa y la mexicana. Aún así, siguen a Ichimaru y a la pequeña Golondrina hasta sus aposentos.

Antes de que las japonesas comiencen a explicar cualquier cosa, Rebeca alza la voz:

-La verdad es que estamos muy agradecidas, pero no creemos que puedan enseñarnos nada de sexo -les suelta de golpe.

Las japonesas se le quedan viendo y callan. Con señas, sin decir una sola palabra, gracias a movimientos muy claros de sus manos, hacen que Rebeca y Natasha se sienten en una silla con el respaldo inclinado. Han bajado las luces de la habitación.

Golondrina llega hasta ellas con un pequeño difusor de porcelana. El aroma que se desprende relaja a las amigas. Tanto, que no se enteran del momento en que Ichimaru llega hasta ellas con una pequeña jofaina. Golondrina hace una reverencia y toma dos pequeños platitos. Ichimaru deja caer un chorro nítido que produce un sonido reconfortante.

Tras una nueva reverencia, Ichimaru deja...

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