Entregas en caliente / El sueño de La Iguana

Paco Jones conoció a La Iguana hace varios años, durante una de sus aventuras cerca de la frontera norte. No recuerda bien pero cree que debía entregar un paquete o pasarse del otro lado de manera ilegal. El asunto es que, en ese entonces, la señora ya era mayor y controlaba buena parte de los túneles para migrantes. También traficaba armas, convencida de que, de esa forma, terminaría venciendo a los malditos gringos que menospreciaban a los mexicanos.

Hoy, varios años más tarde, La Iguana ha cambiado sus planes. La mujer podría ser octogenaria o centenaria, no hay forma de determinar su edad precisa. Lo que sí sabe es que se siente cansada. Por eso camina hasta su cuarto, en el fondo de uno de esos túneles que, más que una vía de acceso al otro lado de la frontera, bien podrían formar parte de un inmenso hormiguero. Para que se vea lo ridícula que resulta la idea de poner un muro: si los migrantes se pasan por donde sea.

La Iguana duerme vestida, tan sólo se quita los zapatos. Está contenta de que Paco Jones esté follando con la Jicarita y con quien se deje. Con la pequeña porque sabe lo triste que estuvo mientras el mensajero andaba fuera. De nada valían los migrantes más aguerridos ni los del miembro más grande. A la Jicarita le encanta cabalgar con el mástil de Paco bien metido dentro. Sentir cómo se abre paso en los pliegues de su vagina. O hincarse para chupar todo lo posible, como si fuera una malteada espesa, para terminar sacando algo de leche y luego tragarla mientras acaricia los testículos del mensajero. Sí, caray, bien que le encanta a la Jicarita restregrarle las tetas en la cara o dejarse meter un...

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